C. Hermida
Stalingrado. 2 de febrero de 1943. El mariscal Von Paulus, 24 generales y 90.000 soldados se rinden al Ejército Rojo. Eran los restos del VI Ejército alemán. El 19 de noviembre de 1942, después de varios meses de batalla defensiva, las tropas soviéticas tomaron la iniciativa y cercaron a los agresores alemanes. En conjunto, durante la ofensiva soviética, los alemanes y sus aliados italianos y rumanos perdieron 800.000 hombres, 2.000 tanques y 3.000 aviones de combate.
Fue el principio del fin de los criminales planes de dominación mundial de Hitler. El heroísmo sin límite de las Fuerzas Armadas de la URSS, el inmenso sacrificio de los comunistas y del pueblo soviético, unido en torno a Stalin, fueron los artífices de una victoria memorable que cambió el curso de la Segunda Guerra Mundial. Todavía quedaba un largo camino hasta la victoria final, pero Stalingrado supuso un cambio cualitativo en las operaciones militares de los aliados. Reavivo los movimientos de resistencia en los países ocupados por los nazis, devolvió la moral a quienes la habían perdido y desconcertó al gobierno alemán.
El Ejército Rojo tomó la iniciativa estratégica, fue capaz de lanzar amplias ofensivas envolventes y mejoró notablemente la coordinación entre los mandos militares. En la derrota del nazismo la Unión Soviética desempeñó el papel decisivo. En el Frente del Este fueron destruidas la mayor parte de las divisiones alemanas, aniquiladas las mejores unidades de la maquinaria bélica hitleriana. Sin la resistencia soviética, Hitler habría ganado la guerra e impuesto la barbarie racista en el mundo. Así lo reconocieron en su momento el presidente estadounidense Roosevelt y el primer ministro británico Churchill. Más tarde, la propaganda anticomunista de los años de la “guerra fría” intentó minimizar el papel de la URSS en la victoria, atribuyendo a Estados Unidos el protagonismo fundamental en la derrota del nazismo.
Respecto a esta cuestión, es preciso dejar muy claros algunos hechos. La victoria de la URSS en Stalingrado y su papel determinante en la victoria final sobre Alemania se debieron a una serie de factores íntimamente ligados:
- La economía planificada que se inició a partir de 1928 convirtió a la URSS en una gigantesca potencia industrial. De las fábricas construidas entre 1928 y 1941 salió el armamento moderno con el que se derrotó al ejército hitleriano. Afirmar que fue la ayuda estadounidense la que proporcionó a la Unión Soviética las armas para vencer a Hitler es un ejercicio monumental de falseamiento histórico. Efectivamente, la URSS recibió de sus aliados ayuda militar, pero no superó el 10% de la producción empleada por el Ejército Rojo y fundamentalmente consistió en vehículos y material de comunicaciones.
- La unión estrecha entre el pueblo soviético y el Partido Comunista, bajo la dirección de Stalin y del Comité Central. El concepto de Guerra Patriótica cohesionó a las masas populares en torno a la dirección comunista.
- La adecuada organización militar, que fue mejorando paulatinamente tras unos inicios de grandes derrotas. El Estado Mayor soviético aprendió de los grandes reveses de 1941-1942 y terminó superando táctica y estratégicamente a los generales alemanes.
- El empeño de Stalin en mantener la coalición antifascista como medio de obtener la victoria total sobre el fascismo. Por encima de diferencias ideológicas y del anticomunismo de ingleses y estadounidenses, el dirigente soviético entendió la necesidad de la colaboración militar y política, y tuvo la lucidez y la flexibilidad para evitar una ruptura que solo hubiera beneficiado al nazismo.
Conviene detenernos sobre la crítica trotskista en relación con esta alianza. Consiste básicamente en afirmar que Stalin traicionó la revolución socialista a escala internacional con esta coalición en beneficio de estrechas posiciones nacionalistas rusas. Contrapone, en este sentido, el internacionalismo de Lenin durante la Primera Guerra Mundial, calificando la contienda como guerra imperialista, condenando la defensa de la patria y llamando a desencadenar la revolución. La dialéctica no es precisamente el punto fuerte del trotskismo. La Segunda Guerra Mundial comienza siendo una guerra imperialista, pero la agresión alemana contra la URSS, único país socialista en el mundo, cambia la situación. No olvidemos, por otra parte, que para salvar la revolución, Lenin consideró inevitable firmar la paz con Alemania (Paz de Brest-Litovsk), que suponía para Rusia enormes pérdidas territoriales. La posición de Trotski en aquel momento (“ni paz ni guerra”) era un total despropósito.
Además, el nazismo era un peligro para toda la humanidad. En este sentido, la coalición de la URSS con Gran Bretaña y Estados Unidos adquiere una nueva perspectiva. La victoria de uno de los dos bandos en la Primera Guerra Mundial reforzaba el imperialismo del bloque vencedor, pero el triunfo del nazismo implicaba, como ya se vio durante la guerra, el exterminio de pueblos enteros. Entre ambas guerras mundiales hay diferencias sustanciales, no de matiz.
5. El sistema socialista demostró su superioridad sobre el capitalismo. Sin ese nuevo modelo, Rusia se hubiera hundido como en la Primera Guerra Mundial.
En este aniversario, los comunistas y todos los trabajadores rendimos homenaje a quienes lucharon y vencieron en Stalingrado; a todos los caídos en una batalla que es, sin duda, uno de los episodios más trascendentales del siglo XX.
Las tergiversaciones y mentiras vertidas durante decenios por los profesionales del anticomunismo no han conseguido borrar el significado histórico de Stalingrado. El nombre de esta ciudad, que de forma vergonzosa pasó a denominarse Volgogrado en 1961, permanecerá siempre en la memoria histórica de todos los hombres y mujeres antifascistas.
Una buena parte de la historiografía académica reconoce que la contribución soviética fue trascendental para lograr la victoria sobre el hitlerismo. Si la URSS se hubiera rendido tras las derrotas sufridas en los primeros meses de la agresión nazi, Hitler se habría apropiado del inmenso potencial económico del país. Dueño de las riquezas naturales y de las miles de fábricas de la Unión Soviética, Alemania se habría convertido en una nación invencible.
La resistencia soviética fue, por tanto, la clave de la guerra. 27 millones de muertos, miles de aldeas, ciudades y pueblos destruidos, y una buena parte de la agricultura, la industria y los transportes arrasados; ese fue el inmenso sacrificio que pagó el pueblo de la URSS para derrotar al fascismo.
En este día memorable expresamos nuestra admiración, respeto y agradecimiento a quienes en Stalingrado doblegaron al nazismo.