Sofía Ruiz
El capitalismo se rehace periódicamente a sí mismo utilizando, en gran medida, elementos de la crítica anticapitalista que, resignifica para legitimar los cambios que le son necesarios. El nuevo espíritu que ha servido para legitimar el capitalismo flexible neoliberal de nuestro tiempo surgió de la crítica de la nueva izquierda al capitalismo organizado de Estado, en la que estaba inmerso, el feminismo de la segunda ola.
Las feministas criticaron el estatismo del capitalismo organizado de Estado, dando legitimidad a la mercantilización y la reducción del Estado.
La crítica al androcentrismo reivindicando el derecho de la mujer al salario fue recogido en la primera conferencia de mujeres organizada por la ONU con el objetivo de ‘educar’ a los gobiernos del mundo para cambiar la legislación laboral a fin de permitir la entrada de las mujeres en el trabajo asalariado en un momento en que era necesario para el capitalismo flexible ya que el modelo de familia sustentada con dos proveedores implicaba menor nivel salarial, menor seguridad, aumento de las horas de trabajo asalariado por familia… La incorporación de la mujer al trabajo asalariado ha producido una autonomía de las mujeres respecto a los hombres, no respecto al capital: el neoliberalismo ha utilizado el sueño de la emancipación de las mujeres para ejercer mayor explotación y engrasar el motor de la acumulación capitalista.
La crítica al economicismo poniendo en un primer plano la identidad y el reconocimiento, fue un respiro para el nuevo capitalismo que prefería con creces afrontar las reivindicaciones de reconocimiento y no las reivindicaciones de redistribución, mientras que iba construyendo un nuevo régimen de acumulación sobre la piedra angular del trabajo asalariado de las mujeres y eximiendo a los mercados de la regulación social para operar con la mayor libertad posible en todo el mundo.
El sistema, a través de sus organismos internacionales intervino en la agenda y en las políticas feministas con el objetivo de usar el feminismo para promover el neoliberalismo y contrarrestar el potencial subversivo que tenía el movimiento de mujeres en su lucha contra la división sexual del trabajo y contra todos los mecanismos de explotación. La ONU tuvo un papel crucial en esta operación, organizando conferencias internacionales que contribuyeron a redefinir y canalizar las reivindicaciones de los movimientos de mujeres para que no entraran en conflicto con el programa neoliberal que se estaba implantando.
El movimiento de mujeres
En la actualidad la ONU ha invadido el territorio feminista, se ha apropiado de él y lo ha distorsionado; ha redefinido su agenda manteniendo sólo su perspectiva neoliberal, como la igualdad de oportunidades o la carrera profesional (reivindicaciones neoliberales) como pilares para la liberación de la mujer.
Un presidente africano decía en un acto de solidaridad con su pueblo promovido por las ONGs contra la pobreza: “Gracias… pero dejen de echarnos una mano y levanten su bota de nuestras cabezas”
El Movimiento de mujeres tiene que desprenderse de estas manos que nos ayudan y que impiden la lucha por nuestra liberación, aplastándonos con su terrible bota. Tenemos que dar respuesta a estas preguntas: ¿Cuál es nuestro objetivo final? ¿Quién es nuestro enemigo principal? Y sabiendo esto tenemos que preguntarnos ¿Qué aliados necesitamos y bajo que parámetros? Y por último, tenemos que preguntarnos ¿Cómo nos organizamos para conseguir nuestro objetivo?
Es imprescindible dar respuesta a estas preguntas porque conocemos el modo operandi del sistema, porque sabemos cómo nos dividen, como resignifican y redireccionan nuestras luchas para desviarnos de nuestros objetivos, y como nos ofrecen alternativas que nos estancan y nos hacen retroceder, porque” las herramientas del amo nunca desmontan la casa del amo” (Audre Lorde). Quizá nos permitan obtener una victoria pasajera siguiendo sus reglas del juego, pero nunca nos valdrán para efectuar un auténtico cambio.
El ejemplo de la lucha contra la violencia hacia las mujeres es muy significativo…
Todas sabemos que en la sociedad capitalista se reparten de modo desigual el poder y los recursos, lo que genera conflictos y violencia; todas sabemos que la familia capitalista es la encargada no solamente de la reproducción biológica, sino también de la reproducción del sistema de valores del orden social establecido por el capitalismo. Todas sabemos que a través de la familia, la violencia, moral o psicológica, actúa como un eficiente mecanismo de control social y de reproducción de las desigualdades; todas sabemos que la violencia contra la mujer forma parte del conjunto de manifestaciones violentas de la sociedad capitalista; es una violencia estructural porque parte de esas normas socio-culturales. Mientras la violencia de la marginalidad actúa desestabilizando y atacando el orden establecido, la violencia estructural hacia las mujeres actúa, por el contrario, como un elemento que contribuye a mantener un determinado orden, en el que las mujeres permanecen oprimidas.
Pero estas evidencias no son admitidas por el sistema porque lo desenmascaran y lo sitúan como el enemigo principal del movimiento de mujeres. Es por esto, entre otras razones, por lo que toma un auge inusitado el patriarcado como un sistema de dominación basado en el sexo-género, separado e independiente del capitalismo que es el responsable de la violencia contra la mujer y de la socialización del hombre en la violencia.
Si a esto añadimos la ruptura del movimiento feminista con la crítica de las relaciones de producción dándole primacía a las relaciones de dominio y de poder como configuradoras de la jerarquía entre sexos… es suficiente para que ya no se hable de opresor/oprimido sino de verdugo/víctima y para que el movimiento de mujeres se aleje del movimiento obrero y los movimientos sociales.
La mujer, en tanto que víctima, aparece sistemáticamente definida como sujeto pasivo de la relación, que necesita del apoyo de otros: la ley, el Estado, otras mujeres, etc.
El movimiento feminista que en los años sesenta había combatido el derecho penal y la cárcel como instrumentos de resocialización y moralización públicas, reclama ahora su valor simbólico y “penas ejemplares” y lo justifica diciendo que las conductas que no están penadas no parecen especialmente graves y que la seguridad de las mujeres está por encima de cualquier principio y consideración
En la actualidad la violencia contra la mujer esta privada de su crítica radical a la institución familiar y sometida a una difuminación creciente del entramado de las relaciones de poder entre hombres y mujeres. Los discursos de tolerancia cero son la expresión popularizada de una orientación represiva de inspiración estadounidense cuyo objetivo es convertir los problemas sociales y políticos a cuestiones de defensa, seguridad, reclusión, expulsión y castigo.
La violencia contra la mujer, una de las reivindicaciones más sentidas en el movimiento de mujeres queda así reducida a una lucha entre sexos donde los Estados, los gobiernos y los organismos internacionales intentan poner orden a través de leyes y normas.
Los organismos internacionales, orientan y potencian este feminismo light, desligado de toda crítica social y política, para legitimarse y para avivar la llama de la división entre los trabajadores y trabajadoras porque toda división del pueblo trabajador favorece el dominio del capital.
Necesitamos un movimiento de mujeres crítico, de clase, unido al movimiento obrero y a los movimientos sociales, que luche contra la opresión y explotación de la mujer junto a todos los explotados y oprimidos, para conseguir la liberación.