J.P. Galindo
El Ingreso Mínimo Vital será un azucarillo arrojado al océano de la especulación y la inflación del “libre mercado” mientras los recursos estratégicos del país sigan en manos de la burguesía.
El gobierno de coalición PSOE-UP acaba de aprobar el llamado Ingreso Mínimo Vital (IMV) presentándolo como un “escudo social” con el que tratar de reducir los brutales efectosde la enésima crisis del capitalismo sobre la clase obrera.
Evidentemente, cualquier medida encaminada a que quienes hoy sufren hambre en España puedan mejorar su dramática situación debe ser recibida con satisfacción. No en vano, según datos de UNICEF para el año 2018, España presenta una de las tasas más altas de pobreza infantil de la Unión Europea y es el tercer país tanto en pobreza relativa como en pobreza anclada solo por detrás de Rumanía y Grecia. Ahora bien, no podemos llevarnos a engaño pensando que esta medida paliativa vaya a significar un cambio en la situación de extrema desigualdad social que sufre España. Por el contrario, si no se acompaña de medidas estructurales radicales (y nada hace pensar que barajen tomar estas medidas) será el mejor aval para perpetuar esa desigualdad.
Como los propios defensores de la medida no pueden dejar de reconocer, el IMV no va a significar una salida de la situación de pobreza de quienes lo reciban. La cuantía que se baraja fluctúa entre los 500 y los 950€ mensuales (entre 6.000 y 11.400 euros anuales) dependiendo de las características de las familias receptoras mientras que, según datos del INE para el año 2018, las familias cuyo principal sustentador económico estaba en paro tenían un gasto medio anual de 17.508€ lo cual muestra el verdadero alcance de esta subvención.
No podemos olvidar que, como dice la sabiduría popular, “nadie da duros a pesetas” y la burguesía no ha tenido un arrebato de solidaridad ante las inevitables consecuencias de su propia dictadura. Por el contrario, la propuesta de Unidas Podemos no es más que la enésima intentona de resucitar la clásica respuesta keynesiana ante los fallos del capitalismo: arrojar dinero público a las corrientes de consumo del mercado privado, es decir, trasvasar riqueza colectiva a bolsillos individuales. La apariencia solidaria y generosa con la que sus defensores están presentando la medida no responde más que a la estrategia (consciente o no) de presentar el famoso “rostro humano” del capitalismo precisamente cuando queda más a la vista su naturaleza inhumana y criminal.
La clase trabajadora no tiene más medio de vida que la venta de su fuerza de trabajo, pero si la burguesía no compra fuerza de trabajo en cantidad suficientepara garantizar la supervivencia de nuestra clase social es porque, desde la fría lógica del capitalismo, es mucho más rentable someter a la sobreexplotación de los empleados (horas extras) que a la contratación de mano de obra (en el año 2018 se realizaron en España 166 millones de horas extraordinarias1) creando, además, una bolsa permanente de trabajadores desesperados, capaces de aceptar salarios muy bajos, que garantice el beneficio patronal en un grado suficientemente alto para perpetuar la dictadura económica de su clase.
Los datos del INE arriba citados indicaban que en 2018 de cada 100 euros, 58 se destinaban a pagos de vivienda, agua, luz, gas, alimentación y transporte2. A esto además se deben añadir los gastos que, poco a poco, se han ido incorporando a los tradicionales, como internet o los servicios cada vez más privatizados de sanidad y educación.
La clase obrera no puede dejarse arrastrar por los engañosos cantos de sirena que anuncian un formidable “Escudo Social” materializado en el IMV, pues sin superar el capitalismo como modo de producción depredador e inhumano, cualquier medida paliativa que se presente no pasará de ser una simple tirita social que, más pronto que tarde, quedará anulada por la fría e implacable lógica del capitalismo.
La lucha de clases sigue su curso.