C. Hermida
El concepto de acumulación de capital como marco teórico
La teoría de la acumulación de capital es un pilar fundamental para entender el funcionamiento del modo de producción capitalista. Para Marx, el capital es una relación social en la que el capitalista explota el trabajo asalariado y extrae plusvalía de los trabajadores. Al reinvertir una gran parte de esa plusvalía en medios de producción y fuerza de trabajo, el capitalismo se reproduce de forma ampliada. La masa de bienes disponibles aumenta, pero también la riqueza de los empresarios. La acumulación de capital incrementa las desigualdades sociales, en cuanto que la base del sistema es la generación de trabajo no pagado (plusvalía). La riqueza social se concentra cada vez más en un polo de la sociedad –los propietarios de los medios de producción–, mientras que se asiste a una depauperación relativa, incluso absoluta, del proletariado.
Dependiendo de las circunstancias históricas, los modelos de acumulación varían. La acumulación y reproducción ampliada del capital se realiza en formaciones históricas concretas, en las que se combinan determinadas condiciones económicas, políticas y sociales. En momentos de crisis económicas profundas, el capitalismo necesita reconversiones y ajustes para continuar su proceso de reproducción. El desarrollo tecnológico, la productividad del trabajo, el volumen numérico de la clase obrera, las leyes laborales, la intensidad de la lucha de clases, y un sinfín de condicionamientos, determinan la implementación de uno u otro modelo de acumulación. Así, la acumulación de la época de la Primera Revolución Industrial, basada en buena medida en la extracción de plusvalía absoluta, dejó paso en la Segunda Revolución Industrial a un modelo generalizado de plusvalía relativa.
Pero la acumulación del capital está intrínsecamente unida con la esfera política. Como afirma el materialismo histórico, la infraestructura económica determina en última instancia la superestructura política, en una compleja relación dialéctica.
El avance del fascismo en este primer tercio del siglo XXI no puede entenderse sin un análisis de los profundos cambios que acontecen en la estera económica. Y este análisis pasa por recuperar el marxismo como metodología e instrumento analítico.
La crisis de 1973 y la implantación de un nuevo modelo de acumulación capitalista
Entre 1945 y 1973 el capitalismo vivió un período de intenso crecimiento, a la vez que en los países de Europa occidental, con las excepciones de España y Portugal, se implantaba el denominado “Estado del bienestar”, caracterizado por la creación de una amplio sistema de seguros sociales, sanidad y educación públicas, generalización del empleo fijo y mejoras del salario real ligadas al aumento de la productividad. La fuerte intervención del Estado en la vida económica, de acuerdo con los planteamientos keynesianos, completaba un modelo económico que pretendía frenar la fuerte influencia de los partidos comunistas tras el final de la Segunda Guerra Mundial y la atracción que ejercía la URSS sobre las masas trabajadoras.
El pacto social entre la burguesía y los sindicatos dio lugar a lo que los historiadores han denominado “los treinta dorados”, pero la crisis estructural que comenzó en 1973, conocida generalmente como la “crisis del petróleo” propició la ruptura de ese pacto y la puesta en marcha de un nuevo modelo de acumulación basado en la aplicación de las doctrinas neoliberales elaboradas por la “Escuela de Chicago”. De la mano de Milton Friedman, el neoliberalismo sustituyó a las formulaciones teóricas de Keynes e inauguró una nueva época económica.
El neoliberalismo defiende la desaparición de las regulaciones estatales, las privatizaciones de los servicios públicos, la reducción del gasto social y un sistema fiscal favorable a las rentas más altas. La imposición de este modelo pasó por una ofensiva contra los sindicatos y difusión de una ideología que defendía el individualismo frente a la solidaridad. En el Chile de Pinochet, la Inglaterra de Margaret Thatcher y durante el gobierno de Ronald Reagan en Estados Unidos, el neoliberalismo causó un desastre social de inmensas proporciones.
El paso de un modelo a otro se explica por las contradicciones estructurales del sistema capitalista y, en concreto por la caída tendencial de la cuota de ganancia. La tasa de ganancia es la relación entre la plusvalía (P), que es el valor creado por el trabajo no pagado a los obreros y el capital total (C+V) invertido en la producción. Esta relación se expresa en la fórmula P/ (C+V), siendo C el capital invertido en medios de producción (capital constante) y V el capital invertido en pagar la fuerza de trabajo (capital variable). Esta tasa mide la rentabilidad del capital; es decir, la proporción entre el beneficio obtenido y el capital invertido. La tasa de ganancia es el motor del capitalismo, ya que los empresarios buscan maximizar sus ganancias invirtiendo en los sectores más rentables.
Históricamente, el aumento de la composición orgánica del capital se traduce en una mayor inversión en medios de producción y una menor inversión en fuerza de trabajo, que es el elemento productor de plusvalía. El resultado es una reducción de la tasa de ganancia.
Marx lo expresa del siguiente modo en el Tomo III de El Capital (edición del FCE, México, págs. 234-235):
“Si se admite, además, que esta modificación gradual en la composición del capital no ocurre sólo en esferas de producción aisladas, sino que en mayor o menor medida se la encuentra en todas, o por lo menos en las esferas claves de la producción, y por lo tanto que implica modificaciones en la composición orgánica media del conjunto del capital de una sociedad determinada, es inevitable que este ascenso progresivo del capital constante respecto del variable tenga como resultado forzoso un descenso gradual de la tasa general de ganancia, si la tasa de plusvalía o bien el grado de explotación del trabajo por el capital se mantienen iguales. Pero hemos demostrado que esta es una ley del modo de producción capitalista: a medida que éste se desarrolla, se produce una disminución relativa del capital variable respecto del constante, y por lo tanto del capital total puesto en movimiento. Lo cual significa muy sencillamente lo siguiente: la misma cantidad de obreros, la misma cantidad de fuerza de trabajo que hacía trabajar un capital variable de un volumen de valor dado, pondrá en movimiento, en el mismo lapso, a consecuencia del desarrollo de los métodos de producción propios de la producción capitalista, una masa cada vez mayor de medios de trabajo, de máquinas y de capital fijo de todo tipo, tratará y consumirá en forma productiva una cantidad cada vez mayor de materias primas y auxiliares, y por consiguiente hará funcionar un capital constante de un valor en perpetuo aumento.
…A medida que disminuye en forma gradual el capital variable respecto del constante, se eleva cada vez más la composición orgánica del conjunto del capital, y la consecuencia inmediata de esta tendencia consiste en que la tasa de plusvalía se traduce en una tasa general de ganancia en continuo descenso, en tanto que el grado de explotación del trabajo se mantiene sin modificaciones o incluso aumenta. (Más adelante veremos por qué esta baja no se manifiesta en su forma absoluta, sino en forma de tendencia a una reducción progresiva.) Por consiguiente, la tendencia progresiva a la disminución de la tasa general de ganancia es cada vez más una manera propia del modo de producción capitalista, de expresar el progreso de la productividad social del trabajo. No decimos que no puedan existir otras razones para un descenso pasajero de la tasa de ganancia: pero hemos demostrado con ello que el progreso de la producción capitalista implica por fuerza que la tasa general media de la plusvalía se traduce en un descenso de la tasa general de ganancia; se trata de una necesidad evidente, que deriva de la esencia del modo de producción capitalista. Como la masa de trabajo vivo empleado disminuye sin cesar respecto de la de trabajo materializado que pone en acción, respecto de los medios de producción consumidos productivamente, es inevitable que la fracción no pagada de dicho trabajo vivo, que se concreta en plusvalía, vea disminuir sin cesar su relación con el volumen de valor del capital total. Pero esta relación de la masa de plusvalía con el valor del capital total empleado es la tasa de ganancia: por consiguiente, ésta debe descender en forma constante”.
Esta tendencia se manifiesta a largo plazo, como una ley histórica que rige el desarrollo del capitalismo. No obstante, esta tendencia no es absoluta ni lineal, sino que está contrarrestada por los siguientes factores que pueden elevar temporalmente o parcialmente la tasa de ganancia:
-El aumento de la explotación del trabajo, mediante el alargamiento de la jornada laboral o la reducción del salario real.
-La reducción del precio del capital constante, mediante el abaratamiento de las materias primas o el progreso técnico.
-La apertura de nuevos mercados, mediante la expansión geográfica o la creación de nuevas necesidades.
Pero estas contratendencias en modo alguno anulan la ley y, además, agudizan las contradicciones del capitalismo. Así, la disminución de los salarios reales provoca una disminución del consumo y, en consecuencia, conduce a la crisis de sobreproducción.
El modelo neoliberal no ha resuelto las contradicciones del capitalismo
El modelo neoliberal incrementó la tasa de plusvalía; es decir, aumentó la explotación sobre la clase obrera y rebajó los salarios reales como medio de recuperar la tasa de ganancia, pero eso sólo proporcionó un respiro al capitalismo.
DESCENSO MUNDIAL DE LA TASA DE GANANCIA
FUENTES: MAITO, Esteban Ezequiel: El capitalismo y su tendencia al derrumbe, “En defensa del marxismo”, nº 48, (2016), págs. 125-171. Y Michael Roberts, The rate and the mass of profit. Blog The Next Recession.
Como puede advertirse en el gráfico, la caída mundial de la tasa de ganancia experimenta una recuperación entre los años 1983 y 2000, como resultado de las políticas neoliberales, pero vuelve a caer en el 2007.Cuando la tasa de ganancia desciende hasta un determinad nivel, no es posible seguir manteniendo el proceso de acumulación del capital. A Los capitalistas ya no les interesa la inversión en las ramas productivas de la economía, sino que lo hacen en inversiones especulativas que provocan burbujas financieras que terminan estallando. Aunque la crisis se manifieste en forma de crisis financiera y quiebras bancarias, como la que comenzó a mediados de 2007, su verdadero origen está en la esfera productiva. La insuficiencia de la masa de beneficios para valorizar el capital acumulado se traduce en una sobreacumulación de capital, el derrumbe de la acumulación y la crisis generalizada.
El hecho de que el capitalismo no logre una estabilización prolongada, similar a la del período 1945-1973, agudiza las contradicciones entre los bloques imperialistas, embarcados en una lucha económica, y también militar (guerra de Ucrania y agresión israelí en Oriente Próximo), por controlar las fuentes de materias primas y conseguir mercados para colocar sus capitales y mercancías. Las tensiones entre Estados Unidos y sus aliados de la Unión Europea, por un lado, y Chima-Rusia, por otro, están directamente relacionadas con la inestabilidad del capitalismo.
En este contexto de rivalidades interimperialistas, la posición de la Unión Europea (UE) es más débil que la de Estados Unidos y China. Por un lado, inferioridad militar derivada de la inexistencia de un Ejército europeo; por otro, y a pesar de los avances en la integración económica, inferioridad económica, puesto que la UE no tiene una política económica única. No funciona como un Estado, sino que constituye una organización integrada por veintisiete países con intereses diferenciados.
Sometida a la creciente competencia de los productos estadounidenses y chinos, la Unión Europea se ve empujada a captar mercados mediante la reducción de los costes laborales. Ahora bien, la presencia de sindicatos y partidos obreros, así como la existencia de legislaciones laborales que protegen una serie de derechos sociales, ponen un límite a las tasas de explotación que pretende imponer un sector de la burguesía europea.
El incremento del fascismo en Europa responde a la necesidad de amplios sectores de las clases dominantes de prescindir de la propia democracia burguesa, que constituye un obstáculo para implantar un neoliberalismo absoluto, sin restricciones políticas o sociales.
La cuestión de si el fascismo se terminará imponiendo en el continente europeo dependerá de una serie de factores. El primero, y fundamental, es la capacidad de los sectores populares para unirse. La necesidad de la Unidad Popular es acuciante, pero no se logra fraguar. La formación del Nuevo Frente Popular en Francia ha sido un primer paso en este sentido, pero con enormes carencias. Los votantes del Frente, más que votar a favor de un programa, lo que han expresado es su rechazo al fascismo.
Para forjar esa unidad popular es absolutamente imprescindible elaborar un conjunto de medidas que ofrezcan soluciones reales a los problemas de la clase obrera, la pequeña burguesía, las clases medias, etc. Urge, pues, la formación de un nuevo bloque histórico capaz de enfrentarse al bloque social oligárquico, sobre la base de transformaciones económicas estructurales que abran las puertas a la superación del capitalismo.
La lucha de clases decidirá la victoria o derrota del fascismo
Como ya ocurrió en el período de entreguerras del pasado siglo (1919-1939), la lucha de clases decidirá si el fascismo es derrotado o consigue imponerse.
Vivimos en un período histórico caracterizado por la desmovilización de los trabajadores y la rápida difusión de una ideología reaccionaria que contamina a sectores cada vez más amplios de la sociedad. Es urgente el rearme ideológico de las masas y los marxista-leninistas tenemos que reforzar nuestra propaganda y la lucha ideológica. En el trabajo hacia las masas es una tarea prioritaria combatir esta corriente ideológica encarnada por la extrema derecha que niega los valores de la democracia y el pensamiento ilustrado. Sin olvidar claro está, el rechazar toda la basura vertida por el revisionismo sobre “la condena de la violencia venga de donde venga”. Sin violencia no se puede derrotar a las clases dominantes.
Y junto al trabajo ideológico, tenemos que organizar. Si los trabajadores no se organizan, es imposible ofrecer resistencia al fascismo. En resumen, es absolutamente fundamental preparar a las masas populares para librar una dura batalla contra el fascismo.
El fascismo es la barbarie, un gigantesco retroceso histórico, y su victoria volvería a significar una derrota de incalculables consecuencias para los trabajadores. Pensar que el triunfo del fascismo abriría los ojos del pueblo y facilitaría una salida revolucionaria es, además de una miopía política desmesurada, una irresponsabilidad política descomunal. El avance del fascismo en los años veinte y treinta del pasado siglo no dio paso a ninguna revolución, sino a la guerra mundial. Por ello, en los momentos actuales, de extrema debilidad del movimiento popular, es necesario defender la democracia burguesa únicamente en la medida de impedir el triunfo del fascismo y ganar tiempo para preparar la alternativa socialista.