O. Checa
La historia de la ciencia durante los últimos dos siglos nos ha dado unas lecciones muy valiosas sobre el desarrollo del mundo en el que vivimos.
La mayoría de ciencias en sus etapas jóvenes y menos desarrolladas adoptan una concepción metafísica de la realidad. Esto es, dividen su objeto de estudio en una serie de categorías bien separadas entre sí, fijas en el tiempo, que interactúan mecánicamente entre sí sin cambiar su naturaleza interna, como si fueran bolas de billar. Este ha sido el caso de la mayoría de las ciencias naturales desde su comienzo. Todos los grandes avances científicos de la Edad Contemporánea han consistido en demostrar que esta forma de entender el mundo es errónea: el mundo está en continuo cambio interno, dialéctico y con sus propias dinámicas. Las categorías que concebimos del mundo están en continua contradicción entre sí, se interrelacionan y cambian sin cesar.
Este cambio de un entendimiento metafísico a uno dialéctico se puede ejemplificar en incontables ramas de las ciencias naturales: en la taxonomía, la teoría de la evolución dejó claro que las especies no son como creíamos (claramente definidas y estáticas “desde la creación”), sino que tienen una variabilidad increíble, son difusas y están en continuo cambio; lo mismo pasa con la teoría celular, que demuestra que en un mismo ser vivo hay células naciendo y muriendo continuamente, y este proceso contradictorio es el que lo mantiene vivo hasta su eventual muerte; lo mismo podemos decir de la geografía con los continentes sobre los que pisamos, y los accidentes geográficos sobre éstos, que en lugar de estar fijos en su lugar resultan estar continuamente naciendo y erosionándose, moviéndose y chocándose entre sí; y no sólo el suelo sino que el cielo también está en permanente cambio, por el nacimiento y la muerte continua de estrellas, que se mantienen vivas gracias a la lucha contradictoria entre la fuerza gravitatoria y la de fusión; el mismísimo universo, que antes se concebía como estático, resulta tener un comienzo y estar en continua expansión desde entonces.
Podría continuar durante horas, pero creo que he aclarado el mensaje: la ciencia nos ha enseñado que nada en este mundo es eterno excepto el cambio mismo, todo está sujeto a unas leyes que determinan su cambio desde su nacimiento hasta su muerte.
¿Qué tiene esto que ver con el comunismo?
El comunismo, desde el Manifiesto hasta el día de hoy, constituye, de hecho, el socialismo científico. Y no se llama científico por casualidad: los contenidos de la teoría comunista, en continua evolución, constituyen la teoría científica del desarrollo de la sociedad, la teoría materialista de la historia de la humanidad.
Lo que Darwin es para la biología, lo es Marx para la historia y la sociología.
En primer lugar, la teoría comunista explica que las sociedades no son estáticas, sino que están en continua evolución, pero esta evolución no es, como algunos historiadores tratan de presentar, una evolución de ideas, sino que es la evolución de las condiciones materiales de la sociedad, la evolución de la economía política, el cambio en la estructura de propiedad y producción de la sociedad.
Este entendimiento claramente divide la sociedad en clases en función de la posición de una persona en el proceso productivo. En la sociedad capitalista, están quienes poseen los medios de producción, los capitalistas, y quienes no los tienen y para vivir tienen que vender su fuerza de trabajo a los capitalistas, los proletarios. Es la contradicción entre estas dos clases la que mantiene a la sociedad en movimiento, y es la lucha de clases entre estos dos sectores opuestos de la sociedad la responsable de la evolución de la historia.
Los grandes cambios históricos jamás se han dado a través de concesiones de las clases dominantes a las clases dominadas, sino que siempre han venido dadas por las revoluciones al abrigo de la lucha de clases. Estas revoluciones no las han causado las ideas caídas del cielo sobre unos grandes hombres, sino que las han causado las necesidades prácticas de las clases explotadas, porque la conciencia la hace el ser social.
Estudiar el socialismo científico es necesario si queremos entender la estructura interna de la sociedad y cómo esta evoluciona, a un nivel histórico, económico, sociológico e incluso psicológico.
En segundo lugar, el socialismo científico reconoce la inevitable unidad que hay entre la teoría y la práctica. Estos descubrimientos científicos, al igual que los descubrimientos de las ciencias naturales, no sólo sirven para analizar el mundo mejor, y sistematizar nuestro entendimiento de la realidad, sino que tienen aplicaciones prácticas claras. Al igual que los avances que hemos hablado han revolucionado la tecnología y la práctica médica, los avances del socialismo científico han revolucionado la forma en la que se realiza la lucha de clases.
Un agricultor puede, con conocimientos totalmente familiares y populares, cultivar su huerto y valerse de este de forma intuitiva, pero un conocimiento científico de la botánica y la agricultura le dará una ventaja increíble en su producción. Lo mismo ocurre con la lucha de clases. Los principios que dan lugar a la lucha de clases nos vienen de nuestra existencia social, de nuestras necesidades económicas, así que son inevitables para todos, y todos participamos, a través de nuestra actividad económica, en la lucha de clases, aunque de forma totalmente inconsciente e intuitiva. Un estudio del socialismo científico, de la historia del movimiento obrero, y de las experiencias socialistas del pasado, nos permite librar la lucha de clases de forma organizada, consciente, y mucho más eficaz de lo que ya la estamos librando.
Ser conscientes de que nos explotan, las formas en las que nos explotan, y cómo otras personas se han librado de la explotación, es crucial para liberarnos. Los capitalistas saben esto mejor que nadie y por eso comenzaron una campaña de desinformación consciente contra el comunismo desde su génesis.
Por un lado tratan de convencer a la gente de que disciplinas como la economía, la historia y la sociología son ciencias sociales y que, por ello, no son “ciencias reales”: no pueden llegar a conclusiones ciertas sobre la realidad. Tratan de hacer todo una materia de subjetivismo y opinión, cuando hay leyes claras que rigen estas disciplinas como cualquier otra.
Se las intenta apartar de las otras ciencias, porque, como vimos previamente, la ciencia nos lleva a conclusiones claras sobre su objeto de estudio: el mundo está en continuo cambio a través de la contradicción. Estas son conclusiones muy incómodas para las clases dominantes, que en su lugar nos dan la imagen de que la economía política tal y como la vemos hoy día está terminada. Nos venden el capitalismo como el producto perfecto de la historia, la historia terminada.
Por otro lado, desatan todo tipo de desinformación sobre lo que creemos los comunistas y lo que sucedió en las experiencias socialistas del pasado. Que si somos antidemocráticos, que si queremos acabar con la individualidad, que si el comunismo ha sido demostrado como falso, que si el comunismo mató a no sé cuántos aquí o allá… Y todo basado en una serie de mentiras recicladas una y otra vez, siglo tras siglo, e ignorancia repetida sobre los incontables fallos del capitalismo y el imperialismo, pútridos y en descomposición bajo su propio peso.
Por esto, es importante que estudiemos el comunismo con un espíritu crítico, con disposición a entender la evolución de nuestras ideas, nuestros aciertos y nuestros errores, pero siendo siempre conscientes de que el estudio del socialismo científico viene dificultado por una auténtica guerra ideológica librada por la clase dominante de la sociedad.