Estimados amigos y compañeros, estimados camaradas:
Acabamos de celebrar el III Congreso del Partido en su nueva época, en el que hemos elegido una nueva dirección a la que se incorporan camaradas jóvenes y con probada conciencia de clase.
En su nombre y en el de todos los militantes del PCE (m-l) queremos, en primer lugar, agradecer a los representantes de las organizaciones y compañeros que nos acompañan su presencia.
Hemos celebrado nuestro Congreso en una situación de profunda crisis del capitalismo, con el imperialismo redoblando su implacable agresión contra los trabajadores y los pueblos. La crudeza de la lucha de clases ha radicalizado la situación política. Los trabajadores de todo el mundo se lanzan al combate, muchas veces en condiciones de gran debilidad, fruto de años de dominio de las corrientes oportunistas y revisionistas en el campo popular. Los Estados burgueses están siendo sacudidos por una profunda crisis de legitimidad que provoca el rebrote de viejos fantasmas.
La burguesía, con siglos de experiencia, ha reactivado el populismo pequeñoburgués. Es un producto viejo, vendido con palabras nuevas y refinadas, con el que intenta golpear a las organizaciones de clase.
Ya no se trata, nos dice el populismo “ciudadanista”, de acabar con el capitalismo, sino de modelarlo; no son necesarios grandes objetivos, porque el problema se circunscribe a una cuestión técnica, de ineficacia y corrupción de la «casta política». La democracia, la libertad, no tienen adjetivos de clase: son términos absolutos. El concepto de clase es sustituido por el de “ciudadano”.
Estas concepciones oportunistas están golpeando a las organizaciones de izquierda. Y a nosotros, necesario es reconocerlo, nos han golpeado también. Se impone aprender de ello y redoblar nuestros esfuerzos para reforzar al Partido, promover a cuadros obreros, a jóvenes obreros; y educar a nuestros militantes y dirigentes en el espíritu de Marx y de Lenin.
En España, cerca de 6 millones de trabajadores están en paro, centenares de miles de familias obreras sufren todo tipo de carencias y son miles los niños que padecen desnutrición infantil. Nuestro pueblo está sufriendo. Y lucha, aunque disperso, sin objetivos claros, confiando en que los cambios se producirán una vez los votos certifiquen la pérdida de legitimidad de los partidos que gobiernan.
Pero eso no basta, se hace imprescindible un cambio de raíz. Sin cambiar de arriba abajo las instituciones del Estado, sin derogar la Constitución aprobada en 1978 en un referéndum mediatizado por el miedo al pronunciamiento militar, sin superar, en fin, el régimen impuesto por el franquismo, las promesas de regeneración y respeto a la soberanía popular y los programas de progreso económico y social, serán palabras sin sentido, papel mojado, mentiras que con el tiempo solo pueden provocar más frustración en las clases populares.
Decía Lenin que sólo el proletariado llevará las tareas de la revolución democrática hasta sus últimas consecuencias. Solo el proletariado es la clase que no va a dudar en llevar los cambios hasta el final, respondiendo con la determinación (y la dureza) que sea necesaria a quienes intenten frenar su marcha
Y parar lograr ese cambio, necesitamos continuar luchando, sí, pero con más unidad, más claridad y más firmeza. Esa es precisamente la razón de ser del partido de la clase obrera: orientar las luchas desde una perspectiva de clase hacia la superación del capitalismo y la construcción del socialismo.
.
Vienen tiempos aún más duros, en los que la oligarquía echará mano de todos sus recursos para imponerse a los pueblos. Necesitamos hacer del Partido una palanca para la transformación social; necesitamos, como decía Dimitrov, un partido que actúe y proceda como un verdadero partido político de la clase obrera, que desempeñe «en la realidad el papel de un factor político en la vida de nuestro país, que lleve a cabo en todo momento una activa política bolchevique de masas y no se limite sólo a la propaganda y a la crítica, a lanzar meros llamamientos a la lucha por la dictadura proletaria».
Un Partido reforzado ideológica y orgánicamente, libre de elementos que se colocan a remolque de la situación, cediendo la iniciativa a la burguesía, ocultando los objetivos revolucionarios a la zaga de la última teoría de moda, como pretendían los liquidacionistas.
Las victorias suelen ser fruto de un largo proceso de luchas y derrotas parciales («es el lado malo el que impulsa el movimiento de la historia», escribió Marx). Con nosotros están representantes de pueblos que conocen bien esta verdad histórica, pueblos como el palestino, el saharaui o el venezolano, que, afrontando todo tipo de obstáculos, continúan dando ejemplo de entereza, determinación y confianza en la justeza de sus objetivos. Pueblos que saben por propia experiencia del valor de la unidad y de la organización.
Siempre hemos tenido el aliento solidario y la ayuda internacionalista de nuestros hermanos de la CIPOML, y nos llena de orgullo haber compartido con ellos los trabajos de nuestro Congreso, cuando el destacamento internacional de los marxistas-leninistas cumple veinte años de historia incorporando nuevos Partidos. La emancipación de nuestra clase es también una tarea internacional.
Celebramos este III Congreso el año en que el Partido cumple cincuenta años, quince de ellos de dura pelea por la reconstrucción tras la traición de la mayor parte de su dirección. Sabemos por lo tanto el valor de la determinación política, de los principios ideológicos y de la organización. Este es nuestro bagaje. Con nosotros tenemos un camarada, viejo militante, cuya vida resume la de los comunistas españoles, el camarada Raúl Marco: un camarada que siempre supo estar en el lado correcto de la barricada, que no hizo nunca de la indeterminación su guía, sino que, por el contrario, supo siempre ser claro y firme en su práctica política.
En nuestro congreso hemos abordado cómo acometer las tareas que tenemos por delante estos próximos meses, en los que los cambios en el panorama político serán probablemente más rápidos aún. Meses en los que, cuando pase el ruido de la pequeña burguesía, quedará la misma necesidad de agrupar a los mejores luchadores en una organización firme, sólida y ligada a su clase en sus victorias, pero también en las derrotas, sabiendo levantarse tras cada golpe para, reforzada, continuar la pelea hasta el triunfo del proletariado sobre la sinrazón burguesa.
Acabados los trabajos del Congreso, delante de nuestros invitados, solo nos queda renovar el compromiso con nuestro pueblo para acabar con esta podredumbre borbónica y trabajar por la unidad de la izquierda por la República Popular y Federativa. Y nuestro compromiso con la clase trabajadora, por la Revolución y el Socialismo.
Camaradas, ¡¡¡adelante!!! ¡Viva el marxismo-leninismo!
¡Viva el internacionalismo proletario!
¡Viva el PCE (m-l)!