A. Torrecilla
La formación teórica del marxista-leninista va mucho más allá del estudio de nuestros textos clásicos sobre economía, política o sociedad. Para nosotros, como para Marx, «nada de lo humano nos es ajeno», y una de las mayores fuentes de conocimiento sobre «lo humano» es la literatura general donde, bajo la aparente neutralidad de todo tipo de historias se esconde la visión materialista de los autores sobre sus respectivos momentos históricos.
Estas pequeñas notas literarias de aparición mensual tienen por objeto dar a conocer obras «no políticas» para el público politizado, señalando al mismo tiempo la carga política subyacente y no siempre visible que todas ellas incluyen. Gracias a ello podemos descubrir tanto formas sociales criticadas por nuestros maestros clásicos, como sus propias inspiraciones y referencias, ampliando nuestra capacidad analítica y nuestro horizonte cultural al mismo tiempo.
Ana Karenina. 1878. León Tolstoi
Bajo la forma de una novela romántica ambientada en la Rusia imperial de finales del siglo XIX, Tolstoi hace un retrato social centrado en las dos clases sociales fundamentales del momento; la nobleza y el campesinado, sin olvidarse de los incipientes movimientos revolucionarios que ya entonces comenzaban a cuestionar el régimen zarista.
La trama principal narra la historia de Ana Arkadyevna, una joven de la alta nobleza rusa atrapada en un decadente matrimonio destinado a mejorar la imagen de su marido, el alto funcionario imperial Alexei Alexandrovich Karenin, veinte años mayor que ella. A partir de este punto la novela presenta multitud de personajes que mantienen una relación más o menos estrecha con Ana, empezando por su joven amante, el conde Vronsky, oficial de caballería, hasta el terrateniente de ideas progresistas Konstantin Dimitrievich Levin, sin olvidarse de mencionar a los grupúsculos revolucionarios de inspiración anarquista que conspiraban con escaso éxito contra el régimen zarista.
A lo largo de la extensa novela se observan las formas de vida y el pensamiento de las distintas clases sociales de la Rusia imperial. La nobleza se retrata como situada a la cabeza del funcionariado y el ejército sin más mérito que su clase social. Se la retrata como un grupo heterogéneo y decadente que trata de defender sus privilegios contra las amenazas políticas externas y, al mismo tiempo, de los escándalos internos que pudieran dañar su posición. La visión del campesinado ruso nos llega a través de la mirada del ya mencionado Konstantin Dimitrievich, el noble terrateniente obsesionado con modernizar el trabajo en sus tierras; personaje que permite a Tolstoi (quien se refleja en el propio personaje), reflexionar profunda y filosóficamente sobre la naturaleza del campesinado como clase y su relación con la nobleza y con el propio trabajo agrícola. La idílica visión anarco-cristiana de Tolstoi contrasta con la que representa en la obra el hermano de Konstantin, Nikolai, un revolucionario violento y alcohólico que se dedica a conspirar para cometer atentados contra la nobleza.
Una muestra interesante de novela social rusa anterior a la Revolución que, como curiosidad, podría vincularse con la española La Regenta, de Leopoldo «Alas» Clarín, publicada menos de una década después.