PCE(m-l) Catalunya
Otro año más nos reunimos para recordar al compañero y camarada Cipriano Martos Jiménez en el 51 aniversario de su terrible muerte a manos de la Guardia Civil, tras ser salvajemente torturado en la casa cuartel de Reus.
Algunos se preguntarán que por qué no pasamos página después de haber sido exhumado de la fosa de beneficencia del cementerio de Reus a principios del año pasado; fosa donde fue enterrado sin consentimiento, ni conocimiento de su familia un 18 de septiembre de 1973.
Algunos pueden preguntarnos por qué seguimos reivindicando su memoria tras el retorno a Granada y la emotiva y concurrida inhumación en su pueblo de Huétor Tajar, el 3 de junio de 2023. año pasado. Pues la respuesta es que no pasamos página, ni bajamos la guardia en su reivindicación porque ni Cipriano, ni su familia han recibido justicia, porque algunos de sus verdugos siguen vivos y no han sido juzgados por los crímenes de lesa humanidad que perpetraron, que no tienen prescripción y que han sido denunciados ante la justicia universal en la República Argentina.
El que estemos hoy aquí, en la plaza que lleva su nombre, por la que tanto peleamos, es una victoria de Cipriano sobre sus verdugos. Que nos encontremos aquí para homenajear la vida de compromiso y solidaridad personal, sindical y política de este gran ser humano, militante del PCE-ML y del FRAP, es una necesidad colectiva, que nos empuja desde el pasado a seguir luchando por el futuro. La historia de Cipriano es un recordatorio de que alzar la voz y oponerse al sistema no es un acto gratuito, ni sale gratis, que hay que pagar un alto precio por luchar contra viento y marea contra el devorador capitalismo. Un sistema que nos sigue aplastando tanto en dictadura, como en la democracia de los que quieren imponer un olvido dulce, adornado de flores y conmemoraciones, pero sin pasar por los tribunales de justicia.
Este no es un acto de homenaje más, no es una ofrenda floral al uso, es una reivindicación antifascista en favor de los derechos humanos, es mantener vivo los ideales de justicia social y el antifascismo que defendió Cipriano, en un mundo cada vez más destructivo e individualista, donde la verdad es mentira y la mentira propaganda para mantenernos divididos y serviles.
Este no es el mundo por el que luchó el compañero Cipriano; si él estuviera hoy aquí no querría su nombre en una placa, ni reconocimientos, estaría luchando contra la opresión y la censura, por la sanidad y la educación públicas, por unas dignas condiciones laborales, por el acceso a la vivienda, por el bienestar animal, por el planeta, por todas las personas que sufren rechazo, menosprecio y violencia por ser mujer, ser lgtbiq+, por su color de piel o simplemente por ser pobres; estaría luchando contra los desahucios, la violencia policial y la judicial. Seguro que gritaría enarbolando la bandera Palestina: “desde el río hasta el mar Palestina vencerá” y estaría en contra de las guerras colonialistas que nos asolan y contra el expolio y el genocidio de los pueblos del mundo, como buen antiimperialista, en pro de la libertad y la emancipación.
Estaría luchando contra todo aquello que atenta a nuestra dignidad y que nos hunde en la precariedad no solo económica, también la ética. Eso haría el Cipriano de 27 años, que entró detenido en un cuartel un 25 de agosto de 1973 y salió con las entrañas calcinadas para agonizar durante semanas, incomunicado y en soledad, en el hospital de Sant Joan de Reus, vigilado por una pareja de negros tricornios.
Hoy estamos aquí porque no vamos a olvidar, porque no vamos a perdonar, porque Cipriano merece verdad, justicia y reparación, como la merecen otras víctimas de septiembre, como Gustau Muñoz o los últimos fusilados del franquismo, algunos de ellos compañeros de militancia de Cipriano y que seguramente lloraron aquel otro septiembre por él. Unas víctimas denostadas, incómodas y cuestionadas por un estado, que cuando no puede imponer la amnesia, impone el relato, muchas veces tergiversando o ocultando la verdad.
Cipriano, no nos cabe duda, militaría por los derechos de las víctimas del franquismo y la transición. Olvidar a Cipriano sería olvidar, los que seguimos luchando, quienes hemos sido, quienes somos y quienes queremos seguir siendo, para poder seguir mirándonos en el espejo. Por eso, hoy y aquí nos erigimos en guardianes y difusores de su memoria como una herramienta más de nuestra lucha por los derechos humanos y por la humanidad. Honor y gloria compañero, honor y gloria camarada Cipriano.