Por A. Bagauda
Declaraba nuestro Comité Central de marzo que “… Las elecciones del próximo 28 de abril, no van a cambiar nada sustancial del panorama político. Lo que no quiere decir que nos sea indiferente su resultado. A pesar del oportunismo de unos y otros en el campo de la izquierda, es preciso evitar que la reacción aproveche la debilidad del campo popular para avanzar posiciones”. Se tratabade “ganar tiempo para avanzar en la acumulación de fuerzas, en la movilización y articulación organizativa de los más amplios sectores de la clase obrera y clases populares, en la unidad de la izquierda y en la unidad popular con objetivos rupturistas y republicanos, sin lo cual no se puede hacer frente eficazmente a la reacción ni sentar las bases para eliminar sus pilares”.
La posible conformación de un gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos, por tanto, tampoco “cambiaría nada sustancial del panorama político”. No obstante su relevancia radica en que permitiría frenar, siquiera momentáneamente, al fascismo; al, como se le llama ahora, “trifachito”. Por otro lado, un gobierno de coalición “progresista” era de difícil conformación por cuanto supondría una contradicción con la oligarquía dominante, que es quien, realmente, detenta el poder.
Sea como fuere, ayer, con la fallida investidura del Presidente del gobierno, ganó la derecha extrema y la extrema derecha. Que se frotó las manos. Y perdió la izquierda, no solo la izquierda reformista, institucional e institucionalizada, sino el conjunto de la izquierda, y con ella las clases trabajadoras y los pueblos de España.
Ayer (y estos meses de atrás), el PSOE y Unidas Podemos (P. Iglesias y su dirección) dieron armas a la derecha para utilizarlas contra la izquierda, de ahora en adelante, en pos de hacerse con el gobierno. El lamentable y bochornoso espectáculo que hemos tenido que sufrir estas últimas semanas, cuya guinda fue la sesión de investidura de ayer, fue hábilmente usado, como arma arrojadiza, por Casado y Rivera en sus intervenciones de ayer. Aquél peroraba: «En lugar de aprovechar estos tres meses para pactar civilizadamente, han sometido a España a un zoco de vanidades que no merecemos”, y hablaba de “regateo de este mercado persa de ministerios y vicepresidencias”. Éste afirmaba: “ustedes han tratado a España como un botín para repartírselo con carteras”.Y lo hacen porque saben que todo el proceso negociador y la investidura han sido percibidos por la mayoría de la población como un circo político, como una lucha ególatra por cuotas de poder.
Los españoles votaron masivamente en abril para frenar al fascismo y a la derechona. Esa voluntad popular fue traicionada ayer. Unidas Podemos y el PSOE han abierto la puerta para que las fuerzas de la reacción se hagan con el gobierno. Si hay nuevas elecciones lo más probable es que no se vuelva a repetir la masiva movilización electoral de abril y muchos votantes de izquierdas, hastiados, defraudados, se abstengan. Y eso solo puede beneficiar a la derecha.
La actitud de P. Iglesias y de la dirección de Unidas Podemos es profundamente irresponsable, porque echa agua al molino del enemigo de clase y refuerza sus posiciones, desde las cuales atacar a la clase obrera y a las masas laboriosas. Y esto en unos momentos en que se divisan nuevos nubarrones económicos con los que la burguesía nos querrá dar una vuelta de tuerca más. Además, ensucia aún más la política (como lo ha hecho ya la derecha y el social-liberalismo) y ayuda a que sea aborrecida por las masas; favorecen que estas vean igual a la derechas y a las izquierdas, que rehuyan y despotriquen contra toda política y todos los políticos, con lo que están abonando el terreno al fascismo.
Retórica: “vamos a tomar los cielos por asalto”; realidad: vamos a asaltar los sillones ministeriales. Podían haber llegado a un pacto de investidura, o de gobernabilidad, pero ¡no!, querían entrar en el gobierno y ministerios. Esto explica, en parte, su posición. Quizás lo expliqué también el que ante la sangría electoral que vienen sufriendo y las crisis internas, veían la participación en el gobierno como una tabla de salvación. Otra razón pudiera ser la que ellos esgrimían: los cargos ministeriales garantizarían la realización de una serie de mejoras y de reformas. Mas, teniendo en cuenta la estructura y situación económicas de nuestro país, la crisis que se avecina y, sobre todo, la clase dominante, difícilmente se podrían llevar a cabo. IU, cuyos destinos los han ligado a los de Podemos, están uncidos a su carro, son corresponsables de sus desatinos y sus consecuencias.
Más allá de la importancia, por lo dicho más arriba, que pueda tener el nuevo gobierno, insistimos una vez más que la cuestión clave de la actual situación política es, precisamente, la necesidad de un “cambio sustancial del panorama político”, una ruptura con el estatus quo, con el régimen monárquico del Ibex-35, si queremos abordar de raíz los principales problemas de nuestro país y nuestras gentes: el paro, la precariedad, los salarios de miseria, la vivienda, la pobreza, la falta de democracia…
La tarea central de los comunistas, de las organizaciones de izquierda y populares, pues, es trabajar en la acumulación de fuerzas en pos de ese objetivo.