A. Bagauda
En el artículo anterior de esta serie nos situábamos en el segundo de los escenarios, el de intervenir políticamente en el proceso sin presentarnos en los comicios. Nos centraremos ahora en el primero, el de la participación en las elecciones.
En nuestro documento “Informe sobre cuestiones tácticas” (octubre de 2018) señalábamos que “La arena política institucional es, no lo olvidemos, un plano más donde también se desarrolla la lucha de clases. Ahora bien, no debemos dejarnos deslumbrar (como le ocurre a Podemos o a IU) por el parlamento y las instituciones, pues la acción parlamentaria/institucional por sí sola, si no tiene el respaldo y empuje de un movimiento obrero y popular organizado, si no tiene una importante fuerza social detrás (o mejor dicho, delante), no podrá avanzar más allá de determinados límites, los límites que permita el orden de cosas existente”. Y más adelante: “La representación institucional puede ayudar a la acumulación de fuerzas, a la construcción de la unidad popular”. “Se impone, como conclusión, la participación de los comunistas, cuando se den las condiciones oportunas, en el sufragio universal” (la negrita es nuestra). (…).
Ahora bien, nuestra experiencia en la participación en las elecciones nos alecciona sobre una serie de cuestiones cardinales. En ese informe apuntábamos:
1. “La persona o personas elegidas, que encabecen una candidatura, deben ser cuadros probados o compañeros con probada ligazón con las masas, capacidad de trabajo colectivo y disciplina”.
2. “Debemos procurar en todo momento ligar estrechamente la representación política y la organización obrera y popular. (…); no avanzar lo suficiente en desarrollo del movimiento y organización popular, de la unidad popular ni fomentar estructuras que permitan la participación de las masas y el control de los representantes institucionales es, en la práctica, practicar el reformismo más ramplón aunque se adorne con frases revolucionarias.
En su día la IC en ese sentido avanzaba que la actividad institucional llevaba el “sello del oportunismo”, que “Uno de los mayores defectos (…) es su insuficiente ligazón con las tareas y consignas del partido, su aislamiento del trabajo de masas (…)”, que “Las reivindicaciones municipales,…, son formuladas desde <<arriba>> (…)”. Y señalaba que contra dicho oportunismo era necesario la máxima participación y control de la política municipal por las masas trabajadoras, la máxima ligazón entre ellas y los concejales comunistas: “Los comunistas deben ligar las proposiciones de su representación en los ayuntamientos con la agitación en las fábricas, discutirlas en las reuniones de masas. En tales reuniones nuestros concejales deben rendir cuenta de su actividad. (…).”
3. “Si no tenemos una organización con una buena formación y cohesión ideológica, es muy fácil que la dinámica institucional nos aleje de los principios y objetivos estratégicos, abrazando el ramplón reformismo y dejando el terreno de la POLITICA para caer en el de la politiquería, en la política de salón”.
Esas “cuestiones cardinales” se convierten en parte de aquellas “condiciones oportunas”, que pueden resumirse en: poder llevar a cabo, desarrollar, nuestra política. La clave de bóveda de la misma en el ámbito electoral es la concepción de las instituciones no como un fin en sí mismo, sino como un medio para desplegar una política a favor de las masas populares y sus intereses, para su organización, sin perder nunca de vista nuestros objetivos estratégicos. Cuando quede garantizado la aplicación práctica de esta concepción se estarían dando las condiciones para nuestra participación en las elecciones.
Concretemos un poco más en el contexto de las próximas elecciones municipales. En primer lugar, debemos poder utilizar el ayuntamiento como altavoz de las demandas y problemas más sentidos por las clases trabajadoras (trabajo, precariedad, vivienda, sanidad, impuestos,…), con el ánimo de debatirlas, atenderlas y darles solución.
En segundo lugar, debe asegurarse romper con la castrante dinámica burocrática que envuelve (y te envuelve) a las instituciones y desplegar nuestra actividad, nuestra política, sobre todo en la calle, en los barrios, en los tajos y centros de trabajo y estudio.
En tercer lugar, debemos promover sin desfallecer la participación de los vecinos, del pueblo, en política. Si el pueblo no hace política, lo hará la burguesía por y contra él. Tengamos en cuenta lo que subrayaba la IC: “máxima participación y control de la política municipal por las masas trabajadoras”, y máxima ligazón entre ellas y nuestros representantes, que son los suyos.
En cuarto lugar, y en íntima relación con el anterior, debe estar garantizada la posibilidad del impulso constante de la asociación de los vecinos, de los trabajadores, de los jóvenes y mujeres, en aras de la organización y la unidad popular.
Por último, toda esta labor que se ha mencionado en modo alguna es exclusiva de nuestros representantes en el ayuntamiento, sino del conjunto de la candidatura, que debe implicarse en la misma, respaldar a sus representantes y velar porque estos se atengan a estas bases políticas. Aquéllos deben rendir cuenta de su actividad ante la candidatura y ante las masas trabajadoras. Además, deben tener una estrecha “ligazón con las tareas y consignas del partido”, con la organización revolucionaria a la que pertenecen.