Sólo mediante una dura y sostenida pelea de los trabajadores europeos contra las políticas neoliberales, y contra los Estados que las sustentan, se podrá hacer que los desastres producidos por la crisis económica recaigan sobre sus responsables y avanzar hacia la superación de su causa última, el desorden capitalista. En este sentido, una victoria de Syriza puede devolver la iniciativa a los trabajadores y abrir una fase a la ofensiva en Europa.
Ante las elecciones en Grecia
En defensa del pueblo griego y su soberanía frente a las presiones de la Europa del Capital y la Guerra
En las últimas semanas, se han multiplicado en Europa las advertencias alarmistas y las amenazas frente a una previsible victoria de Syriza en las elecciones griegas del próximo domingo. El llamamiento de Jean-Claude Juncker, jefe de la Comisión Europea, a evitar un «resultado equivocado» en las elecciones, ha sido probablemente la expresión más escandalosa de la agitación que ha recorrido despachos, sedes financieras y redacciones de prensa.
Pero el crecimiento electoral de la izquierda que representa Syriza no puede sorprender a nadie. Durante los últimos cuatro años, Grecia ha sido el laboratorio en el que se ha aplicado el más crudo programa neoliberal en la Unión Europea, que ha esgrimido su ejemplo para amedrentar al resto de estados y pueblos y doblegar su resistencia. Hoy, Grecia se halla sumida en una auténtica catástrofe humanitaria; y, mientras tanto, las políticas antipopulares de la Troika y sus cómplices del gobierno ND-PASOK han dado alas al populismo nacionalista y al fascismo.
Las instituciones del capital se enrocan, sin embargo, en la defensa de la política aplicada. En realidad, no tienen más remedio que hacerlo, aunque por motivos muy distintos a los que pretextan:
En primer lugar, la deuda con la Troika supone el 81% de la deuda pública griega (el BCE, verdadero instrumento de la banca europea, y especialmente de la alemana, tiene en sus manos los títulos de deuda griega que los bancos le cedieron en el momento de las reestructuraciones de la deuda) y el BCE sigue siendo el garante de los intereses del capital financiero. Probablemente por eso se resiste encarnizadamente, junto a Alemania, a admitir pérdidas en la deuda que compre a los estados, como preconiza Syriza.
Por otra parte, las “políticas de austeridad” son parte de la ofensiva criminal que lleva a cabo la burguesía europea para doblegar a los trabajadores del continente y pulverizar sus conquistas: la otra faceta la constituye la política represiva y de recorte de derechos democráticos. La Europa del Capital y la Guerra desarrolla este doble ataque para revitalizar su languideciente papel internacional frente a sus rivales en la carrera imperialista. De ahí su tenaz resistencia a reconocer el fracaso, en lo económico, de las medidas impuestas a Grecia, España, Portugal e Italia.
Las declaraciones de Juncker, Merkel y demás jerifaltes han acabado de mostrar a las claras el carácter antidemocrático de una Unión Europea que viola sistemáticamente la soberanía de los pueblos con la complicidad de unos gobiernos entregados a la misma ofensiva contra los derechos. De esta manera, la UE profundiza su pérdida de legitimidad ante la población europea y se desenmascara por completo como tinglado al servicio de los grandes capitales y en concreto, cada vez más, del alemán. El mito de la «Europa social» ha quedado definitivamente liquidado.
El avance de Syriza ha concitado la solidaridad de los pueblos de Europa, tanto como el acercamiento interesado de quienes quieren beneficiarse de las esperanzas que ha generado en todo el continente. Pero sólo la más absoluta ceguera, o el mayor de los cinismos, pueden llevar a confundir a la coalición griega con corrientes como el “ciudadanismo”.
Para empezar, Syriza surge a partir de organizaciones de la izquierda, y desde el principio se reivindicó de la «izquierda radical». Y, pese a que el congreso de 2013 significó la disolución de los partidos que la integran, no sólo no ha ocultado su ideología, sino que ha hecho bandera de ella: así, basa su crecimiento en el acercamiento de nuevos sectores sociales a las ideas de «la izquierda plural y radical», y no en la ambigüedad y el rechazo a los principios ideológicos de clase. De hecho, en su declaración de principios de 2013, Syriza se reclama «un partido fundado sobre el pensamiento marxista y la larga historia del pensamiento emancipatorio, que trata de avanzar teniendo en cuenta todo este importante aporte teórico», y que pretende la «organización de una sociedad basada en la propiedad y gestión social de los medios de producción».
Por otra parte, Syriza ha crecido promoviendo las luchas sociales y en contacto con ellas. Buena parte del potente movimiento obrero griego se halla en su seno a través de algunas de las organizaciones originales. Así pues, pese a las contradicciones internas, lo cierto es que Syriza cuenta con un importante sector obrero en su base y en sus órganos de dirección. Más aún, sus sectores pequeñoburgueses se ven forzados, al menos de momento, a orbitar en torno al núcleo ideológico y al programa heredados de la izquierda histórica y del movimiento obrero.
Por último, no podemos olvidar el carácter específico de la coyuntura griega. Grecia se halla ante una verdadera catástrofe humanitaria y absolutamente sometida a los designios del gran capital representado por la UE. En este contexto, en el que pasa a primer plano la contradicción que enfrenta al pueblo griego con el imperialismo, cobra total sentido la necesidad de unidades amplias en torno a un programa a favor de los derechos sociales, la democracia y la soberanía nacional, siempre y cuando la dirección del proceso siga en manos de la izquierda organizada.
Se trata de una situación bastante diferente a la española. En Grecia, una victoria de Syriza permitiría avanzar a la clase obrera y sectores populares, devolviéndoles la confianza para pasar a la ofensiva en torno a un programa de cambio social y político netamente de izquierdas, que podría abrir la puerta a transformaciones de calado en función de las correlaciones de fuerzas, la respuesta del imperialismo, etc. En España, por el contrario, el problema principal, como insistiremos una y otra vez, es hoy la naturaleza de un régimen –monárquico, oligárquico- que impide cualquier programa de progreso y, además, atraviesa una profunda crisis de legitimidad, y al que por tanto hay que rematar con urgencia. Así pues, la necesaria unidad debe articularse en torno a un programa de completa ruptura con el régimen y de construcción de una nueva organización del Estado –la República Popular, Democrática, Federativa-; una unidad y un programa que aúnen las energías hoy dispersas del proletariado y el pueblo sobre cuestiones de fondo, y que abran la puerta a ulteriores transformaciones sociales, en la vía del Socialismo. La ambigüedad, las medias tintas y, en fin, la hegemonía ideológica de la pequeña burguesía sólo pueden derivar en la recomposición del régimen y, por tanto, en nuevas frustraciones para nuestra clase. El triunfo de una alternativa tal, que desvíe la atención de los problemas fundamentales en aras de un «empoderamiento» vacío de contenido, no significaría un avance, sino un retroceso, como lo fue el triunfo del PSOE en 1982 en una encrucijada similar.
Una victoria de Syriza puede impulsar la respuesta del proletariado en toda Europa
En definitiva, sólo mediante una dura y sostenida pelea de los trabajadores europeos contra las políticas neoliberales, y contra los Estados que las sustentan, se podrá hacer que los desastres producidos por la crisis económica recaigan sobre sus responsables y avanzar hacia la superación de su causa última, el desorden capitalista. En este sentido, una victoria de Syriza puede devolver la iniciativa a los trabajadores y abrir una fase a la ofensiva en Europa.
Precisamente por eso, es de prever una feroz respuesta de la oligarquía europea, para defender a ultranza las criminales políticas aplicadas en Grecia y los intereses de los capitales. Ante semejante escenario, será más necesario que nunca impulsar la solidaridad con los trabajadores griegos y redoblar la pelea contra los gobiernos que sustentan la política de “austeridad”. Pero también se pondría sobre la mesa, de forma dialéctica, la necesidad de optar por medidas más profundas y contundentes, revolucionarias, para vencer la resistencia del capital. Ante esa posibilidad, los comunistas debemos estar preparados y no desistir en la pelea ideológica, que trascendería las fronteras de la propia Grecia.
Por todo ello, afirmamos nuestro total apoyo a la voluntad manifestada por el pueblo griego de recuperar su plena soberanía y de romper con los partidos de los recortes, la represión y la sumisión a Berlín, que se concreta hoy en el voto a Syriza. Y nos comprometemos a desarrollar la solidaridad con la clase obrera, el pueblo y la izquierda de Grecia, y a hacer frente a las presiones que pueda ejercer el Estado español contra un eventual gobierno de la izquierda en ese país.
Comité Ejecutivo del PCE (m-l)
22 de enero de 2015