Por Raúl Marco
La muerte de Marcos Ana me ha cogido por sorpresa. No debía ser así. Con sus 96 años… Unos días antes, un amigo me preguntó por Marcosana (así, todo junto, nunca separábamos el nombre del apellido), y le respondí que hacía tiempo que no lo veía, pero que se mantenía en forma…
«Un hombre bueno», «La voz libre y resistente», «Una bandera sin llanto…». Todo eso era ciertamente el camarada y amigo Marcos Ana. Es difícil imaginarse cómo se puede resistir 23 años en las cárceles franquistas, sin romperse, sin renunciar a las ideas. Ver a diario como los carceleros se llevaban a camaradas para ser fusilados, y tú estás en la lista de los condenados a muerte. Son muchos los presos del fascismo que han pasado meses y años por situaciones semejantes. Son muchos los que han resistido y se han mantenido íntegros, sin ceder.
Marcos Ana, el comunista Marcos Ana, resistió durante 23 años. Nunca se rindió, años en los que para él, desde la cárcel escribía: «La tierra no es redonda/es un patio cuadrado/donde los hombres giran/Bajo un cielo de estaño.»
Más adelante, cuando le quedaba poco para ser liberado, aunque él no lo sabía, preguntaba desde la cárcel de Burgos:
«Decidme cómo es un árbol./Decidme el canto del río/cuando se cubre de pájaros./Habladme del mar, habladme/del olor del ancho campo/de las estrellas, del aire.»
Al salir de la cárcel y reincorporarse a la actividad del Partido Comunista, se dedicó con toda la energía de su indomable carácter, a denunciar los crímenes y la represión del franquismo; a incrementar y organizar la solidaridad internacional con los presos, y con los mineros en huelga. Recorrió prácticamente toda Europa, países de América Latina, y en todas partes su mensaje era el la dignidad, la esperanza, la lucha por la libertad, la denuncia del franquismo.
Tuve la gran suerte de acompañarle como intérprete durante su estancia en Suiza. Era incansable, había que obligarle, literalmente, a descansar. Durante su estancia en Ginebra, se alojó en la casa de Elena Ódena. A través de ella tomó contacto con José Ángel Valente, Herrera Petere, Costafreda el diputado (o consejero de Estado, no recuerdo bien), Chavanne, y otras personalidades. Álvarez del Vayo y algunos camaradas españoles.
Son muchos los recuerdos que tengo de Marcos Ana. Estos días se han publicado varios artículos sobre él, todos, a juicio mío, positivos y certeros resaltando su personalidad y cualidades. Personalmente, añadiría su constancia en la lucha, y su falta de sectarismo. En los ratos libres no paraba de preguntar sobre la situación de los españoles en Suiza, sobre la militancia, etc. En una de esas conversaciones saqué a relucir lo de la reconciliación nacional carrillista, manifesté mi incomprensión y dudas, y solté una frase, sin pensar las posibles consecuencias: “Los mineros en huelga que están siendo apaleados, ¿se tendrán que reconciliar con los bestias policías?”
No sé si él estaba al corriente de las divergencias que se manifestaban con la dirección del Partido, sonrió y dijo algo así como que a los a mineros en huelga había que apoyarlos a fondo… En su ya famoso libro de memorias Decidme cómo es un árbol, escribe un párrafo que me hizo recordar aquel momento:
«He valorado y respetado siempre, sin sectarismo, la ideología de los demás. No soy un comunista acuartelado en mis ideas. Confío en ellas y por eso me gusta sopesar las de los otros.»
A lo largo de estos años me he encontrado con Marcos Ana varias veces. Nunca, jamás, ha hecho la mínima mención sobre las divergencias que me llevaron a la ruptura de 1964. Él seguía en el PCE y yo en el PCE (m-l). El trato ha sido siempre, no sólo de respeto, yo me atrevería a decir de amistad. En su último libro, escribió como dedicatoria: «Para Raúl, camarada de lucha y de esperanza. Ayer y hoy. Siempre.»
Adiós camarada, adiós amigo. Tu ejemplo perdurará. Los comunistas seguimos en la lucha como tú has hecho.