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PCMLE, En Marcha nº 1986.

La proliferación de una nueva ola de contagios del Covid 19 a nivel mundial es motivo de preocupación general por las implicaciones negativas que esta tiene en todos los aspectos de la vida social, como se vio ya en el curso de los dos años anteriores. Las alarmas se han prendido también en los organismos económicos internacionales –y no podía ser de otra manera– pues, esta circunstancia sería motivo para que el ritmo de crecimiento de la economía mundial no llegue a los niveles inicialmente previstos para este año, tanto que, un último informe del Banco Mundial revisó a la baja las previsiones de crecimiento del PIB global para este año en 0,2 puntos porcentuales, hasta el 4,1 %, luego de un crecimiento del 5,5 % registrado en 2021.

Durante los dos años de pandemia, el capitalismo quedó al descubierto como lo que es: un sistema marcado por la explotación y la desigualdad económico social, la injusticia, los privilegios de los sectores económica y políticamente poderosos, el control y dominio que las grandes potencias económicas mantienen sobre los países con menor desarrollo económico. No es el momento para hacer un recuento de cómo se manifestaron estos fenómenos en este período, pues, los trabajadores y los pueblos vieron y fueron víctimas de las políticas ejecutadas por el Estado capitalista, para salvar los intereses de los dueños del gran capital, a costa de la vida y el bienestar de millones de trabajadores en el mundo; pero sí queremos ver cómo en el combate a la pandemia se ponen por delante los intereses de los poderosos monopolios internacionales (en este caso farmacéuticos) y de los países capitalistas más desarrollados.

Hasta la segunda semana de enero de 2022 se registraron 326.152.828 personas contagiadas y 5.535.426 fallecieron por el Covid 19 en todo el planeta; en un solo día (el 14 de enero) dos millones y medio de personas se contagiaron y cerca de seis mil personas fallecieron; en Asia, la cifra de fallecidos ascendió a alrededor de un millón de personas, en Europa se registraron aproximadamente un millón y medio de muertes y América superó los 2,4 millones de decesos, hasta el 9 de enero. De acuerdo con informaciones de la Organización Mundial de la Salud, OMS, se han administrado 9.371.326.391 dosis de vacunas y el 50,4% de la población estaría completamente vacunadas.  

Como las estadísticas no siempre dicen lo que la realidad es, hay que mirar el fenómeno más allá de las cifras. El número de personas que recibieron la vacuna completa seguramente es menor, debido a que varias vacunas requieren más de una dosis y, además, ese porcentaje de vacunados no es igual en todas las regiones del planeta. En África, por ejemplo, solo el 8,6 % de personan han sido vacunadas por completo; sin embargo, cuando vemos que tres países, Egipto, Marruecos y Zimbabue, lograron cubrir hasta fin del año pasado el 40% de vacunación, descubrimos que existen países con índices aún menores al promedio general de ese continente.  

Si esto nos parece escandaloso –como efectivamente lo es–, el asunto se torna indignante al conocer que la Unión Europea, Reino Unido y los Estados Unidos de Norteamérica, en seis semanas (entre el 11 de noviembre y el 21 de diciembre de 2021), recibieron más dosis que las que recibieron los países africanos durante todo el año, según un análisis de People’s Vaccine Alliance.

En estos días, frente al rápido contagio de la variante Ómicron, el gobierno del Reino Unido se ha propuesto administrar un millón de dosis de refuerzo cada día, lo que equivale vacunar al 1,46 % de la población todos los días. Si en todos los países fuese posible cubrir ese porcentaje de vacunados, en 68 días se podría entregar una primera dosis a todos los que la necesitan, sin dejar a nadie sin vacunar para fines de febrero de este año. Para el continente africano las cosas son distintas, «al ritmo actual de entrega por parte de los fabricantes de vacunas, no será hasta abril de 2023 que todos recibirán su primera dosis», pero eso sí, «los países del G7 tendrán un excedente de 1.400 millones de dosis para marzo de 2022, incluso después de dar un refuerzo a todos los adultos».

La concentración de vacunas contra el Covid 19 en los países capitalistas más poderosos, se produjo desde que aquellas estuvieron a disposición para su uso. Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Francia y otros países, adquirieron dosis en cantidades superiores a tres y hasta cinco veces el número de su población. En febrero de 2021, el Secretario General de la ONU, no pudo ocultar que, para entonces, más de 130 países no habían recibido una sola dosis de vacunas Covid 19, y que el 75% de las inmunizaciones aplicadas estaban concentradas en tan solo diez países, todos ellos de economía capitalista desarrollada.

Para los monopolios farmacéuticos, la pandemia del Covid 19 ha sido una lotería, si sus arcas ya rebosaban al finalizar el 2021, el aparecimiento de la variante Ómicron les otorgó inmediatamente mayores ganancias. Pfizer, BioNTech, Moderna, AstraZeneca y Johnson & Johnson, calcularon cerrar 2021 con 74.888 millones de dólares facturados por sus inyecciones contra la covid-19, más del doble que todo el sector de las vacunas antes de la pandemia. Más de 5.800 millones de dosis vendieron en un año, experimentando un «crecimiento de vértigo». Pfizer (estadounidense) facturó el doble que en 2020; BioNTech (alemana) multiplicó su caja casi por cien durante el último año: ambas concentran el 71,2% de las ventas. Las acciones de Pfizer en la Bolsa de Nueva York crecieron un 23% hasta los 54,18 dólares en noviembre, el mejor mes de la compañía en 30 años.

En una próxima edición ahondaremos el tema relacionado con las enormes utilidades que los monopolios farmacéuticos han logrado con la fabricación de vacunas contra el Covid 19, pero, con lo dicho, está clara la urgencia de que se declare a la vacuna como un bien público, lo que implica el uso libre de patentes, para que cualquier país pueda producirla y atender las necesidades de su población y así, globalmente, enfrentar este mal.