JCE (m-l) Elx

«El fascismo es capitalismo en decadencia»

El fascismo es la última herramienta de la oligarquía para la defensa de su poder e intereses económicos. Cuando sus urnas y su circo “democrático” no son suficientes para mantener al pueblo sometido y aletargado, como fruto de la agudización de las contracciones del sistema capitalista, la burguesía se arranca la careta de la “democracia” y entra en su fase descaradamente fascista, mediante el uso indiscriminado de todos los instrumentos de represión de los que el Estado burgués dispone.

Por si no fuera suficiente con el desarrollo de la extrema derecha por toda Europa a raíz de la dura crisis económica, recientemente, con el proceso independentista catalán, se ha evidenciado cómo la burguesía española, incapaz de solucionar el problema de otro modo, ha puesto en marcha todos los medios (fascistas) de represión necesarios para silenciar a todo un pueblo mediante la violencia. Las contradicciones capitalistas no dejan margen de maniobra y el fascismo les llama a la puerta para tenderles su sucia mano.

Además, el fascismo ha aprendido a camuflarse en colectivos como Hogar Social, Lo Nuestro, Vanguardia Social, etc., que tratan de engañar a los sectores populares mediante actividades “sociales” que no hacen ni tienen otro fin que propagar sus mensajes racistas y de odio al extranjero o a cualquier persona que no comparta su miserable ideología. También en el ámbito del deporte, han encontrado un lugar perfecto para transmitir sus ideas y ganarse el apoyo de buena parte de los aficionados.

Frente a esta realidad, la lucha antifascista es imprescindible y esta no puede surgir de otro sitio que no sea la clase trabajadora. Los obreros y obreras son los únicos que, en la defensa de los intereses de la mayoría de la sociedad, pueden plantar cara al fascismo, destruyendo el actual Estado burgués y construyendo el socialismo. Porque la lucha contra la burguesía es la lucha contra el fascismo y viceversa. Aquellos que se hacen llamar “antifas” e ignoran la relación directa entre el fascismo y la burguesía, poca (ninguna) coherencia tienen en su discurso, al combatir el fascismo obviando su naturaleza y los medios para derrocarlo. Hay incluso quienes creen que llevar cierta camiseta o “look” les hace más o menos antifascistas.

El papel desarrollado por la socialdemocracia y gran parte de la izquierda, limitándose a señalar el fascismo ignorando sus raíces, y abandonando las reivindicaciones históricas de nuestra clase para enredarse únicamente en cuestiones identitarias (y, por lo general, fácilmente asumibles por el capitalismo y su régimen), que nada tienen que ver con las necesidades y aspiraciones de la clase obrera en su conjunto, no está consiguiendo más que confundir y dividir al proletariado, produciendo así un resultado más bien contrario al pretendido por el antifascismo.

Es necesario remarcar y hacer entender, en estos tiempos, que la lucha antifascista no es una lucha de bandas: es la lucha de la libertad y la dignidad contra sus opresores, debiendo, por lo tanto, ser una lucha popular de masas presente y activa en cualquier espacio en el que intente penetrar el fascismo; y es necesario, asimismo, concienciar y combatir el pensamiento “apolítico” de gran parte de los trabajadores, haciéndoles ver que no hay más posibilidad que fascismo o antifascismo, y que el primero subyacerá en la sociedad mientras la burguesía continúe siendo la clase dominante, tendiendo consecuentemente a acaparar cualquier espacio, siendo así la pasividad su mejor aliada: «el peor analfabeto es el analfabeto político. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales» (Bertolt Brecht).

Con la extrema derecha cada vez más afanada en ocupar espacios que pertenecen a la clase obrera y a la izquierda: asociaciones populares y movimiento obrero y estudiantil, sobre todo, y apropiándose mensajes como la solidaridad, el laicismo, la democracia, la lucha contra la explotación, etc., es necesario que el antifascismo se organice y adquiera un pleno carácter de clase y que su lucha sea la del proletariado. Solo mediante una acción y un discurso que evidencien la inseparable relación entre fascismo y oligarquía se podrá atacar directamente al enemigo y combatir las ideas reaccionarias burguesas que colocan a la clase obrera en la alienación y la apatía.

¡Viva el antifascismo! ¡Viva la lucha de la clase obrera!