Por Jesús Anero | Octubre nº 88

A mediados de los años veinte, la economía soviética era, en gran medida, una economía campesina. En 1925, aproximadamente la mitad de la renta nacional se generaba en la agricultura, que ocupaba a más del 80% de la fuerza de trabajo, la producción industrial per cápita era 16 veces inferior a la norteamericana.

Sin posibilidades de obtener financiación internacional y con una reducida capacidad de exportación para cubrir nuevas importaciones, la industria soviética disponía de márgenes muy limitados para su desarrollo.

Se carecía de materias primas y de combustible suficiente, el abastecimiento alimenticio era insuficiente, la infraestructura presentaba graves problemas, y la gestión administrativa de las empresas era deficiente. El atraso tecnológico, la organización del trabajo y el resto de problemas citados incidían negativamente sobre el comportamiento de la productividad.

Desde el año 1925 hasta el 1928 se produjo un intenso debate sobre los pasos a seguir, un sector encabezado por Bujarin propugnaba la continuación de la NEP, en vigor desde 1921, mientras Stalin reclamaba en el XIV Congreso, diciembre de 1925, que “la Unión Soviética se convirtiera, a partir de un país que importaba maquinaria, en un país que la produjera”, el ideario comunista fijaba la edificación de una economía socialista como tarea a largo plazo, pero, ¿cuáles eran los requisitos imprescindibles?, para todos los dirigentes realmente comunistas resultaban evidentes que las premisas eran: la colectivización de la agricultura y la industrialización.

Por tanto, la discusión se centraba cada vez más en el método para conseguir el despegue económico. La planificación debería convertirse en el instrumento fundamental para combatir la ley del valor, actuando como el regulador básico de la economía soviética con el fin de promover la acumulación socialista primitiva.

El camarada Stalin escribiría un artículo fundamental cuyo título fue premonitorio “El año del Gran Viraje”, era el 7 de noviembre de 1929, curiosamente el 24 de octubre había sido el “ jueves negro” con el que comenzaba la mayor depresión de la historia del capitalismo.

En dicho artículo, Stalin desgranaba el balance del cambio producido en el año 1928 en tres apartados:

  1. En la productividad, frente al burocratismo, la rutina y el estancamiento, se había alcanzado una iniciativa creadora y un entusiasmo en el trabajo que había hecho surgir la emulación socialista.
  2. En la industrialización, se había resuelto favorablemente el problema de la acumulación consiguiendo un ritmo acelerado de desarrollo, para lo cual se habían incorporado miles de técnicos y especialistas comunistas.
  3. En la agricultura, se había pasado de una pequeña y atrasada hacienda individual a la gran y adelantada agricultura colectiva

“Marchamos a todo vapor por el camino de la industrialización, hacia el socialismo, dejando a la espalda el atraso secular de la “vieja Rusia”.

Nos convertimos en un país metalúrgico, en un país de automóviles, en un país de tractores.

Y cuando pongamos a la URSS al volante del automóvil y al mujik al volante del tractor, ¡que prueben a alcanzarnos esos honorables capitalistas, que tanto se envanecen de su “civilización”! ¡Ya veremos entonces qué países pueden “clasificarse” de atrasados y cuáles de adelantados!” decía Stalin en los mismos momentos en los que los arruinados capitalistas de Wall Street daban con sus huesos en la miseria.

Sería desde ese año 1928 hasta 1932 cuando se desarrollaría el primer plan quinquenal, dicho Plan alcanzo su meta principal, la construcción de una industria pesada sobre una base sólida, algunos datos así lo certifican: la producción industrial bruta aumento en un 140%, la producción de maquinaria se multiplico por cuatro, el petróleo por dos, la electricidad por dos veces y media. La agricultura, por su parte, había incrementado su producción en un 27%, la Renta Nacional se había incrementado un 86%.

Merece la pena resaltar como apunte que en las mismas fechas, de 1929 a 1932, EEUU sufría un descenso de su PIB del 28% y de un 38% en su producción industrial bruta, las palabras de Stalin en 1928 fueron premonitorias, y mientras la URSS se lanzaba a toda velocidad hacia el desarrollo, el capitalismo mundial, con su primera potencia a la cabeza, caían en el más negro agujero de la depresión y el posterior fascismo.

En 1931, tras el éxito del primer plan, Stalin volvería a marcar la pauta a seguir, en su discurso del 23 de junio, determinaba seis apartados:

  1. Frente al éxodo voluntario del campo a la ciudad, que había traído un importante desarrollo de la economía, pero también graves problemas de organización, Stalin concluye que se debe “reclutar de manera organizada la mano de obra por medio de contratos con los koljóses y mecanizar el trabajo”.
  2. Respecto a los salarios, frente al igualitarismo, Stalin propone “eliminar la fluctuación de la mano de obra, suprimir la nivelación, organizar de una manera acertada los salarios, mejorar las condiciones de existencia de los obreros”.
  3. Otro aspecto clave del primer plan fue una relajación en la disciplina, y así Stalin quiere “acabar con la ausencia de responsabilidad personal, mejorar la organización del trabajo, distribuir acertadamente las fuerzas en la empresa”.
  4. Un punto fundamental es como solventar la necesidad de trabajadores cualificados e intelectuales, Stalin comprende perfectamente que no pueden depender de los elementos pre-revolucionarios, es así que “la clase obrera debe formar sus propios intelectuales”, no vale cualquier ingeniero o capataz, debe serlo comunista.
  5. Y en el mismo sentido, además de una acción decidida frente a los saboteadores propugna “modificar la actitud hacia los ingenieros y técnicos de la vieja escuela, prestarles más atención y solicitud, atraerlos más decididamente al trabajo”, tal y como decía en 1929 había que dejar atrás a la antigua Rusia, solo había un camino: el comunismo.
  6. Otro aspecto fundamental, fue que en el primer plan se superó el problema de la acumulación capitalista, por la acumulación socialista, pero era necesario “intensificar la acumulación”.

El segundo plan quinquenal, que se desarrolló desde 1933 hasta 1938, aumentó el progreso de la economía, según las cifras oficiales, la producción industrial bruta volvió a incrementarse en un 121%, la agricultura en otro 21%, lo cual supondría el fin del racionamiento para 1935, la Renta Nacional se había incrementado un 110%.

En los dos primeros planes quinquenales la producción de las ramas pesadas se había multiplicado por catorce entre 1928 y 1940, el valor de los bienes de consumo se había multiplicado por cuatro, la Renta Nacional se había cuadriplicado en diez años.

Hemos querido presentar, sucintamente, el gran salto económico que supusieron los dos primeros planes quinquenales desde 1928 hasta 1938, pero no es cuestión tanto de cifras o estadísticas, pues mientras la URSS se electrificaba, el campo se colectivizaba y mecanizaba, y su industria se desarrollaba, siendo esta la base de su aparición como la segunda mayor economía del mundo después del triunfo del Ejército Rojo en  la Segunda Guerra Mundial, lo realmente importante es que estos cambios económicos no hubiesen sido posibles sin una correcta política que canalizase el factor humano, que dirigiese una moral e iniciativa popular producto de que por primera vez en la historia los trabajadores eran los dueños de su destino, pues tal y como subraya Stalin: “La realidad de nuestro plan de producción son los millones de trabajadores que crean una vida nueva”, no solo se estaba desarrollando una economía, se estaba creando una nueva sociedad, la sociedad socialista.

 

Fuentes:

PALAZUELOS, Enrique, La formación del sistema económico de la Unión Soviética, Madrid, Akal, 1990.

DOBB, Maurice, El desarrollo de la economía soviética desde 1917, Madrid, Tecnos, 1972.