Política - España

 

Espacio Republicano de Madrid
Las clases populares llevamos escuchando año tras año, desde 2008, palabras como “sacrificio”, “esfuerzo”, “dificultades”… como única respuesta a una situación económica, política y social que nos asfixia lentamente. La realidad es la de siempre; las grandes fortunas, los delincuentes legitimados por el Régimen del 78, con la corrompida y criminal familia Borbón en cabeza, no sufren las consecuencias de una gestión pública organizada para blindar sus privilegios y redoblar nuestras agonías.

Nuestros oligarcas (pues aquí también sufrimos una oligarquía) no tienen problema alguno en contradecir las leyes que nos imponen a los demás, empezando por su “sagrada” constitución. Lo acabamos de ver con la censura a los medios de comunicación rusos y el envío de armas a Ucrania, efectuados sin la obligatoria aprobación previa por las Cortes, y sin apenas críticas parlamentarias. Sin embargo, cuando se trata de proteger sus privilegios, la ley se convierte en un arma implacable, que no deja lugar a interpretaciones ni matices. Vivimos bajo la Ley del Embudo.

Quince años de crisis aguda permanente, justificada por multitud de causas circunstanciales, de las que la pandemia y la guerra no son más que los últimos ejemplos, no logran esconder que estamos ante una crisis estructural. Una crisis total, que trasciende lo económico y alcanza los valores mismos de una sociedad construida sobre las mentiras y los silencios (interesados e impuestos), de la llamada “Transición democrática”.

Por Santiago Baranga | Octubre nº 117

Sin lugar a dudas, el leitmotiv que ha dominado el circo de la política monárquica y la producción de sus plumíferos a sueldo han sido la presunta “crisis migratoria” y sus fantasmagóricas consecuencias sobre las condiciones de vida de los trabajadores españoles. Con el reconocimiento explícito del “peligro” por parte del gobierno Sánchez, en el contexto de sus trapicheos con el sátrapa marroquí (ver Octubre 116), tanto el PP como C’s han visto abierta la veda para intentar recuperar la iniciativa y el apoyo del electorado a través de una escalada de mentiras y gestos del populismo más obsceno, tales como los «cincuenta millones de africanos» de Casado y la exigencia de «seguridad» por parte de este y Rivera. No en vano, cuentan con el “brillante” ejemplo del neofascista Salvini, el penúltimo representante de la ultraderecha europea en ascenso gracias al espantajo de la «invasión».

Por Santiago Baranga | Octubre de 2018

Se avecinan nuevas elecciones (locales, autonómicas y europeas en 2019 y, en teoría, generales en 2020), y de nuevo asistimos a los consabidos juegos de bambalinas, transformismos varios y puñaladas por la espalda a lo ancho del espectro político. De nuevo, en la izquierda, la presunta recuperación de identidades con fecha de caducidad, los golpes de pecho y los “no es no”… hasta que la aritmética y el reparto de sillones digan lo contrario.

Ya llevamos unos meses asistiendo al bochornoso espectáculo de una izquierda institucional en plena descomposición, carente de alternativa, cada vez más desideologizada y alejada de las masas y, por añadidura, al parecer en barrena electoral. Madrid, Galicia, Andalucía… han ido mostrando, progresivamente, las gravísimas carencias de unas «confluencias» que, como ya analizábamos en 2014, solían ser poco más que la suma de individualidades, “activistas” lanzados al estrellato a los que, por buenas y honestas intenciones que pudieran tener, finalmente la ingenuidad, el electoralismo y, por lo general, abundantes dosis de oportunismo han estrellado contra el muro del régimen monárquico.