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«La historia ha dado muchos ejemplos de que la puesta en marcha de un proceso de transformación con objetivos claros libera fuerzas revolucionarias que permiten avanzar mucho más rápidamente. Los trabajadores, cuando son conscientes de su propia fuerza pueden acometer tareas que en momentos de confusión como los actuales parecen inalcanzables.»

Una de las cuestiones determinantes a la hora de sacar conclusiones para nuestro trabajo tanto en lo que se refiere a la situación internacional como a la interna, es que asistimos a una lucha encarnizada entre las distintas facciones de la burguesía sobre cómo enfrentar la profundísima crisis imperialista sin tocar los fundamentos del capitalismo.

En el ámbito económico ya hace decenios que se cumplía la previsión expuesta magistralmente en su día por Carlos Marx y desarrollada posteriormente por Lenin de la creación de un mercado mundial.

El dinamismo del capitalismo se basa en su capacidad para obtener mejoras de productividad para hacer crecer el volumen de mercancías producidas en una hora de trabajo. Desde las crisis de los 70-80 hasta la última crisis del 2007, el capitalismo neoliberal logró restablecer la rentabilidad de sus inversiones gracias al frenazo de los salarios. La crisis ha revelado la dislocación social engendrada por la mundialización y que las políticas de austeridad han contribuido a agravar. Uno de sus efectos es la polarización de los empleos en los países avanzados. En una punta de la escala progresan los empleos muy cualificados, en la otra los empleos precarios; entre ambos, los sectores de renta media se estancan y sus perspectivas de ascenso social se desvanecen y al mismo tiempo, se ahondan las desigualdades de rentas. Todo ello favorece el surgimiento de formaciones populistas, que expresan la frustración de la pequeña burguesía y de la aristocracia obrera.

En épocas de expansión las contradicciones propias del modo de producción capitalista se atenúan, pero en momentos de saturación de los mercados como los actuales, de exacerbación de la especulación sobre la producción real y de crisis, las contradicciones incubadas afloran rápidamente y con toda su crudeza y se extienden por todo el mundo.

La rapidez con la que se producen los acontecimientos es tal que resultaría excesivamente prolijo detallar los cambios intervenidos en el marco de la economía imperialista desde el pasado mes de marzo y sus consecuencias políticas, por lo que nos limitaremos a resaltar las grandes tendencias que básicamente ya hemos esbozado en anteriores informes y señalar algunas de las noticias más sobresalientes.

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