Comunicado del Comité Ejecutivo del PCE (m-l) sobre las elecciones Locales y Autonómicas

«En definitiva, estas elecciones han supuesto un lavado de cara del régimen, una corrección de la deriva autoritaria y mafiosa que estaba tomando éste amparándose en la connivencia entre el PP y un PSOE que, hasta ahora, no tenía competencia en su espacio político. Es una vuelta a los orígenes que Albert Rivera, uno de los productos de ingeniería política de esta “segunda transición”, definía a la perfección: se trataría de "regenerar" la política, de "hablar", de "contar con la oposición"; de volver, en definitiva, a la política del "consenso, como en la transición" para renovar la legitimidad de un régimen que se hallaba en descomposición acelerada.»


Pocas sorpresas ha generado la jornada electoral del 24 de mayo, salvo algunas diferencias de grado en cuanto a lo que pronosticaban las encuestas.

Desde luego, cabe felicitarse por que se haya materializado el anunciado hundimiento del PP, que a pesar de haber obtenido 6 millones de votos (un 27,05%), ha perdido una importante cuota de poder institucional. Además, la pérdida de las alcaldías de las principales ciudades (Madrid, Valencia…) le supone un duro golpe que, seguro, tendrá consecuencias internas.

No se puede obviar la elevada abstención (35,07%) y la importante cifra de votos nulos y en blanco (más de 700.000 en total), a pesar del supuesto ambiente de «cambio político» y «esperanza» del electorado, que han estado anunciando a bombo y platillo determinadas fuerzas políticas y medios de comunicación. Es evidente que más de un tercio de los votantes (12,5 millones de personas) no han percibido esa presunta trascendencia de las elecciones del domingo.

A la vista de los datos, podemos concluir que ni el régimen se ha visto golpeado, como hemos podido oír tras el recuento, ni se puede equiparar de ninguna manera el vuelco en las grandes ciudades con el habido el 14 de Abril de 1931, como se ha llegado a insinuar. Y ello porque ninguna de las fuerzas, salvo honrosas y muy localizadas excepciones, ha puesto sobre la mesa un programa de ruptura y transformación que cuestione el régimen monárquico.

Ni siquiera el bipartidismo se ha visto trastocado en su esencia: si bien PP y PSOE han perdido, como decimos, gran cantidad de votos, lo cierto es que las dos grandes corrientes que conforman el bipartidismo mantienen su situación privilegiada; simplemente, se han desdoblado en los llamados «partidos emergentes». Es más, incluso el PSOE ha podido presentar sus resultados como positivos, a pesar de la pérdida de casi 700.000 votos, al estar más cerca de recuperar presencia institucional gracias a los previsibles pactos locales y autonómicos. Por otra parte, las diputaciones provinciales, organismos antidemocráticos que determinan y condicionan las políticas municipales, seguirán en manos del PP-PSOE.

En definitiva, estas elecciones han supuesto un lavado de cara del régimen, una corrección de la deriva autoritaria y mafiosa que estaba tomando éste amparándose en la connivencia entre el PP y un PSOE que, hasta ahora, no tenía competencia en su espacio político. Es una vuelta a los orígenes que Albert Rivera, uno de los productos de ingeniería política de esta “segunda transición”, definía a la perfección: se trataría de «regenerar» la política, de «hablar», de «contar con la oposición»; de volver, en definitiva, a la política del «consenso, como en la transición» para renovar la legitimidad de un régimen que se hallaba en descomposición acelerada.

En cualquier caso, toca ahora a las fuerzas que han capitalizado las esperanzas populares el dar cumplida respuesta a las aspiraciones que expresan los votos recibidos. Y estas no se limitan, desde luego, a medidas cosméticas tales como la exclusión de imputados de las candidaturas, y otras zarandajas por el estilo. El voto del 24M ha sido un clamor contra la corrupción, por supuesto, pero también ha significado la demanda de justicia social, el fin del paro y los recortes, el rechazo a la deriva antidemocrática del régimen: la exigencia, en fin, de un cambio radical, es decir, de raíz, de la situación política y social. Nosotros exigiremos a las nuevas administraciones locales y autonómicas que se definen de izquierdas la derogación, en lo que corresponde a su ámbito de actuación, de todas las medidas reaccionarias y recortes impuestos por el Partido Popular.

Ese ha sido el mandato popular, pero para conseguirlo es necesario, como venimos insistiendo, atacar el marco político general: romper con el régimen monárquico, diseñado a la medida de la oligarquía, y arrojar al basurero de la historia su andamiaje jurídico e institucional, empezando por la caduca monarquía, para dar un vuelco a la correlación de las fuerzas sociales. Sólo así podremos empezar a resolver los problemas fundamentales que hoy impiden el libre desarrollo de nuestros pueblos: la falta de democracia, el paro y las desigualdades sociales, la sujeción de las nacionalidades, la subordinación al imperialismo en el exterior…

En este sentido, conviene recordar a quienes aseguran que es posible la regeneración espontánea del régimen, que dentro de menos de un mes se cumplirá el primer aniversario de la abdicación del Borbón en su hijo, escamoteada, como todas las grandes decisiones, a la decisión popular e impuesta en apenas dos semanas.

Mal haría la izquierda en sacar la conclusión, tras estas elecciones, de que la salida está en la dispersión que propone el “ciudadanismo” y en la disolución de los sectores organizados en supuestas «unidades populares» amorfas y que no se cuestionan el marco político general, el régimen. Muy al contrario, es vital proceder al rearme ideológico y organizativo de la izquierda, promover y reforzar las estructuras organizativas y asociativas permanentes y, en ese proceso, dar pasos hacia la formación de un amplio Frente Popular por la ruptura y por la República, que sea capaz de aportar una nueva perspectiva en las próximas elecciones generales del otoño y después de ellas.

No se nos escapa la importancia que tiene, para llevar a cabo esa labor, la construcción del Partido de los comunistas, vanguardia de la clase obrera, que permita dar claridad ideológica ante tanto “ciudadanismo”, dispersión y confusión, y que impulse la lucha de clases.

Por nuestra parte, seguiremos trabajando por la unidad de la izquierda en torno a un programa común de ruptura que permita hacer realidad el anhelo de democracia y libertad que expresan los trabajadores y las clases populares con sus luchas.

 

¡POR LA FORMACIÓN DE UN AMPLIO FRENTE POPULAR!

¡POR LA RUPTURA CON EL RÉGIMEN MONÁRQUICO!

¡POR LA REPÚBLICA!

Comité Ejecutivo del PCE (m-l)

26 de mayo de 2015

PARTIDO COMUNISTA DE ESPAÑA (marxista-leninista)

JUVENTUD COMUNISTA DE ESPAÑA (marxista-leninista)