Por Jesús Anero
En este artículo continuamos repasando algunos de los frentes de lucha y temas que nos encontramos en nuestra actividad diaria. Nuestra idea es diferenciar claramente entre táctica y estrategia, las reivindicaciones como el ecologismo, feminismo, sindicalismo, republica…son elementos de nuestra táctica, y puntos en común con otras fuerzas, pero el comunista, debe comprender ¿porque participamos en estas acciones?, y ¿cuál es nuestro objetivo final? En esta ocasión queremos hablar sobre el movimiento feminista.
Una vez más queremos dejar claro que como comunistas apoyamos las reivindicaciones de género, pero que no podemos convertirlas en el centro de nuestra actividad, siempre los marxistas deben estar un paso más allá, como nos corresponde a nuestra condición de vanguardia obrera.
Establecida esta premisa, valoremos nuestro trabajo en el movimiento feminista y la táctica de la burguesía y sus aliados. La RAE define el feminismo como: «ideología que defiende que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres», una idea tan vaga y ubicua que sirve para los partidos y asociaciones de todo carácter, algunas de las variantes de este movimiento son la defensa del voto femenino, la igualdad ante la ley y los derechos reproductivos.
Pero en un proceso lógico, antes de conseguir la igualdad laboral, el voto o derechos como el aborto libre y gratuito, la mujer debe liberarse en su ámbito más cercano: en la familia burguesa.
Y ¿Cuál es el origen de la familia burguesa?, Engels, en su fantástico y muy recomendable texto, “El origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado” [1], lo desentraña con claridad. Las sociedades primitivas, donde la promiscuidad estaba extendida, se regían por el más lógico derecho materno, las magras pertenencias, en principio de la tribu y luego del clan, eran detentadas por las mujeres y heredadas por sus hijas, por una cuestión evidente, siempre se podía establecer la maternidad de un descendiente sin atisbo de duda, pero otra cosa era determinar la paternidad.
Cuando las posesiones fueron creciendo y cada núcleo matriarcal definía con mayor precisión que era propio y que era comunal, los varones comenzaron a rumiar su “golpe de estado”. En palabras de Engels: “Así, pues, las riquezas, a medida que iban en aumento, daban, por una parte, al hombre una posición más importante que a la mujer en la familia y, por otra parte, hacían que naciera en él la idea de valerse de esta ventaja para modificar en provecho de sus hijos el orden de herencia establecido. Pero esto no podía hacerse mientras permaneciera vigente la filiación según el derecho materno. Este tenía que ser abolido, y lo fue.”
El hombre elimino el derecho materno por el derecho paterno, una revolución sin precedentes que fue madurándose durante siglos, así, en el Código Napoleónico (1804), articulo 312 encontramos que: “El hijo concebido durante el matrimonio tiene por padre al marido”. Este es el resultado final de tres mil años de monogamia.
Las repercusiones son inmensas, nace el mito de la virginidad, ampliamente difundido por las religiones, el marido necesitaba que su mujer llegase virgen al matrimonio para evitar cualquier tipo de duda sobre su descendencia, por el mismo motivo el adulterio femenino fue perseguido y condenado con la máxima virulencia. Para evitar cualquier atisbo de rebelión la mujer debía permanecer inculta dentro de la familia, sin posibilidad de desarrollo o de estudio, dedicada a las tareas “propias de su género”.
Desde todos los ámbitos se mantuvo esta situación, la literatura presentando cándidas mujeres, la iglesia en su siempre vigilante papel para preservar la ignorancia y sumisión de las mujeres, y la legislación, baste comentar que no fue hasta 1975, con la reforma del Código Civil, en España, cuando la mujer pudo comprar bienes inmuebles, en Arabia Saudí, las mujeres todavía no tienen derecho a conducir.
Ahora bien, la pregunta fundamental es ¿Quién somete a la mujer?, ¿el hombre, el padre, el marido?.. no, el actor que somete a las mujeres, es la burguesía.
Y aquí esta nuestra labor como comunistas, es obvio que debemos luchar por los derechos de nuestras compañeras, trabajadoras y camaradas, que es obligatorio participar en la defensa de sus libertades, en la equiparación de género, y apoyar sus reivindicaciones, pero desenmascarando el verdadero autor de la represión. Es el capitalismo con su tenaz objetivo de depredar al ser humano para aumentar sus beneficios el que mantiene a las mujeres en un plano de inferioridad.
La burguesía está interesada en una mujer sumisa e inculta, porque lo que necesita es mano de obra barata, poco cualificada y fácilmente coaccionable, un dato, en enero de 2017 el paro en España ha aumentado en más de 57.000 personas, de ella más de 44.000 son mujeres.
Pero todo esto lo intenta ocultar y tergiversar y así divide la lucha por la igualdad de la mujer en parcelas donde puede colocar sus peones, aquí una manifestación a favor del aborto, allí una reivindicación de paridad salarial, más allá los derechos de las mujeres en el mundo. En este escenario los oportunistas, dirigidos por la burguesía se encuentran cómodos, y arrastran, desgraciadamente, a elementos validos de la izquierda progresista.
El capitalismo, parcelando el movimiento feminista, incluso convirtiéndose en adalid de alguna de sus causas, pretende establecer la confusión, y tomar la lucha inmediata como el objetivo principal.
Por tanto, como conclusión, los comunistas debemos participar en todos los movimientos por la defensa de la mujer, pero desde una perspectiva elevada, el enemigo de la mujer, es el mismo enemigo del hombre, es la burguesía, y mientras no acabemos con la clase burguesa, la clase proletaria, hombres y mujeres, ni seremos libres ni tendremos derechos.
[1] ENGELS, Friedrich. “El origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado”, Endymion, 1988