Por Marcial Tardón
El pasado 4 de septiembre era canonizada en Roma la albanesa Agnes Gonxha, más conocida como la “Madre Teresa de Calcuta”. Dicho acontecimiento no revestiría ningún significado especial, salvo para los seguidores de una organización ideológica creada por el hombre, que da títulos tan legítimos como imaginarios a sus personajes más relevantes.
Pero sí nos incumbe profundizar con cierto detenimiento en la vida y en la obra de esta mujer en su vertiente netamente humana, pues es aquí donde se refuerza con más rotundidad los claroscuros de esta “santa” y de la organización que la ha dado amparo y cobijo durante décadas. Para ello no solo necesitó de la “ayuda espiritual”, sino de una amplia relación con personajes poco o nada edificantes para cualquier persona y se supone que aún menos para alguien que defendía a capa y espada la llamada religión católica. Su candidatura a los altares se había lanzado mucho antes de este año.
El camino al estrellato de los elegidos empezó con el título de Nobel de la Paz, rescoldo mediático de toda esta propaganda ejercida durante tanto tiempo. Parte imprescindible de ese proselitismo confeso. También avivaron dicho enaltecimiento los llamados medios de comunicación tan interesados en inocular en el mayor número de personas ideas o tendencias que consigan un pensamiento único y dócil, tanto en el aspecto ideológico, económico o cultural.
¿Pero cómo pudo llegar a la cumbre de la popularidad una mujer de orígenes tan humildes?
El primer impulso lo recibió de un hito mediático siempre necesario para impregnar y dejar una huella mundialmente perenne en mucha gente. Esto ocurrió en 1969 tras un documental de la BBC del periodista, espía y ateo reconvertido al ultracatolicismo, Malcom Muggeridge, que la hizo excelsamente famosa en todo el mundo. Fabricó un producto mediático ideal para vender bondad y limpiar conciencias de millones de buenas personas mediante un producto televisivo.
El segundo acto de esta estrategia era conseguir medios económicos para levantar su “obra social”, aunque poco importaran de dónde venían o quién eran sus donantes. Lo importante era financiar su causa. Para ello llegó a cultivar amistades muy poco “cristianas”, que buscaban lavar su imagen apoyando a “La Madre de los pobres”. Es el caso del dictador haitiano François Duvalier que aportó millones de euros a su obra a cambio de los elogios de Teresa a su gobierno. Por este “cristiano” apoyo recibió la Legión de Honor y una beca del criminal Duvalier.
También fue muy valiosa la amistad de Diana de Gales, aun siendo una mujer divorciada… aunque toda la vida predicó en contra del divorcio. Todo un ejemplo de seriedad y coherencia ideológica como se puede ver.
Sería conveniente hacer conocedores a los lectores que estas afirmaciones no son producto de una mente calenturienta y destructora de la figura de esta mujer. Dicho comentarios están avalados y ampliamente demostrados y documentados por un estudio de las universidades canadienses de Ottawa y Montreal, del cual se hizo eco el diario del país Udem Nouvelles, en el cual se desmonta el mito del altruismo que rodea la figura de Agnes Gonxha. El artículo es parte de un trabajo mucho más amplio de los profesores Serge Larivée y Carole Sénéchal, de la Universidad de Ottawa, publicado en la revista Studies in Religion/Sciences religieuses. Como resultado del mismo, estos investigadores recopilaron 502 documentos sobre la vida y obra de la Madre Teresa. Como se puede deducir, no es algo anecdótico sino un trabajo ampliamente documentado y elaborado a base de pruebas y documentos. Algo que contrasta con la opacidad de la iglesia a la hora de aclarar las dudas acerca de esta mujer.
Para terminar, las misiones que acogían a los enfermos más pobres y necesitados no eran centros que otorgaran un tratamiento adecuado a los mismos. Doctores externos a la organización vislumbraron lugares faltos de higiene, y con unas pésimas condiciones de atención sanitaria, alimentación inadecuada y una importante falta de analgésicos. Lamentablemente el problema no era la falta de dinero, pues como hemos visto la “santa” recibía generosas donaciones de “filántropos” de todo el mundo. El problema resultó ser su particular concepción cristina del sufrimiento y la muerte. Ella consideraba que el sufrimiento que arrastraban los más pobres entre los pobres no era suficiente, sino que este tenía que alcanzar su punto culminante en el padecimiento de la enfermedad.
Pero ella, en el colmo del cinismo, cuando se encontraba gravemente enferma, no quiso sufrir, sino que viajó a EEUU, donde recibió los cuidados paliativos en un moderno hospital del estado de California.
Como bien dice el refrán castellano, una cosa es predicar y otra muy distinta es dar trigo.