C. Hermida
El 22 de febrero de 1939 falleció en la localidad francesa de Colliure Antonio Machado, poeta español y universal. A finales de enero había cruzado la frontera junto con cientos de miles de españoles que marcharon al exilio ante la ocupación de Cataluña por las tropas franquistas.
Machado no fue solo un extraordinario poeta, sino que constituye el paradigma del patriotismo republicano, de una forma de entender España desde una posición radicalmente diferente al nacionalismo de la derecha, que identifica lo español con el catolicismo y el imperio del siglo XVI. En la izquierda había un patriotismo que demandaba en primer lugar una profunda transformación del país y denunciaba con amargura el atraso económico y cultural de España. A lo largo del siglo XIX y primer tercio del XX se crea ese sentimiento nacional unido a la necesidad de un profundo cambio. Va tomando forma el patriotismo republicano, que no reniega de España, como afirmaba y afirma la derecha, sino que desea otra España y se identifica con lo mejor de nuestro pasado.
A diferencia de otros intelectuales de la generación del 98, que buscan la esencia nacional en un mítico pasado o en entelequias metafísicas, España no es para el poeta sevillano una abstracción, sino algo concreto, material, tangible: son sus hombres y mujeres, el pueblo, con el que se identifica plenamente en su lucha y en su sufrimiento, lamentando la decadencia y la postración del país. Por esa razón, el patriotismo machadiano se asocia a la lucha por la República, el régimen capaz de regenerar España, de dignificar la vida de los españoles, condenados por la monarquía borbónica al hambre y al analfabetismo. La obra poética de Antonio Machado es inseparable de su opción política e ideológica, de su postura vital republicana. Lo popular, lo patriótico y lo republicano se funden en la poesía de Machado y en las reflexiones de Juan de Mairena.
Machado apoya el proyecto republicano que inicia su andadura en abril 1931, y cuando un sector del ejército se subleva en julio de 1936, se colocará inmediatamente al lado de la legalidad republicana y pondrá su pluma al servicio de la lucha contra el fascismo. Mientras otros intelectuales traidores salen del país o apoyan la criminal rebelión militar, él permanece en España, uniendo su suerte a la de millones de hombres y mujeres que combaten al fascismo nacional e internacional. Machado entiende que la contienda tiene un carácter nacional y revolucionario. Es una guerra nacional porque se combate contra la agresión del fascismo italiano y del nacionalsocialismo alemán. En ese sentido tiene una dimensión de guerra de liberación. Y es revolucionaria porque va acompañada de profundas transformaciones económicas y sociales.
Nuestro insigne poeta escribe durante en la contienda en diferentes publicaciones, forma parte de la Alianza de Intelectuales Antifascistas y participa en el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, inaugurado el 4 de julio de 1937 en el salón de sesiones del Ayuntamiento de Valencia, ciudad que entonces era la capital de la República. En 1937 aparece su último libro –La Guerra– en el que se recogen diversos artículos y poemas escritos entre agosto de 1936 y mayo de 1937, acompañados de dibujos de su hermano José.
Machado nos dejó hace ochenta y cinco años. Se fue como vivió, ligero de equipaje, digno y honesto. Nos quedan sus versos inmortales, que siguen presentes en los campos de Castilla y en los campos de España; versos que recitan los maestros a sus alumnos en escuelas e Institutos; poemas eternos que siguen emocionando por su belleza y profundidad. Y nos queda también su palabra precisa, sobria, y el ejemplo de su vida.