C. Hermida
Este año se cumple el 70º aniversario de la muerte de Stalin (5 de marzo de 1953,) sin duda uno de los dirigentes comunistas más importantes del siglo XX. Su papel como estadista marcó profundamente la política de la pasada centuria. Durante su gobierno la Unión Soviética se convirtió en una gran potencia mundial y su dirección militar resultó decisiva para derrotar a la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial. También en este año 2023 se ha cumplido el 80 aniversario de la victoria del Ejército Rojo en Stalingrado, una batalla que cambió el rumbo de la contienda mundial y marcó el principio del fin del Tercer Reich. Coincidiendo con estas efemérides, queremos poner de manifiesto el papel decisivo de Stalin en la victoria final sobre el nazismo. Aunque la Gran Guerra Patria fue una obra colectiva, la figura de Stalin fue esencial, debido a la posición que desempeñó en el Partido y el Estado En este sentido, hay tres claves que consideramos trascendentales para entender el triunfo soviético sobre Hitler y que se deben a la clara percepción que tuvo el dirigente soviético sobre el carácter de la guerra.
La primera clave es la consideración de la contienda mundial como guerra antifascista, por encima de otras consideraciones. Un llamamiento a la revolución socialista no hubiera permitido forjar la unidad antifascista ni a escala nacional ni internacional. Quienes opinan que Stalin traicionó la revolución socialista ignoran las diferencias entra ambas guerras mundiales y no entienden el carácter del régimen nazi. Es más, esos profetas de la revolución viven en una especie de disneylandia revolucionaria, confundiendo su deseo con la cruda realidad de los hechos.
La segunda clave fue considerar la lucha contra los nazis como una guerra patriótica. Eso no tiene nada que ver con las acusaciones que se vierten sobre Stalin de haber puesto en circulación un nacionalismo ruso reaccionario. Todo lo contrario. La llamada al patriotismo tenía pleno sentido en cuanto que los objetivos del nazismo eran destruir la URSS, exterminar a una gran parte de la población y esclavizar al resto. Como guerra de liberación nacional y lucha por la supervivencia física de la población, la guerra adquiría un sentido patriótico que englobaba también la defensa del socialismo.
La tercera clave fue mantener y reforzar la coalición con Estados Unidos y el Reino Unido. Stalin siempre fue consciente de que esa colaboración era absolutamente necesaria para vencer a Hitler. Por encima de las diferencias ideológicas y políticas, que las había y eran muchas, el dirigente soviético comprendió que la ruptura de esa alianza militar habría cambiado el curso de la guerra.
Por más que se tergiversen los hechos y se manipulen los textos, la verdad se impone y se abre camino frente al muro de falsedades tejidas por los profesionales del antiestalinismo. Stalin fue un gran dirigente militar que supo superar y corregir errores; capaz de trazar unas líneas estratégicas militares, económicas y políticas que llevaron al Ejército Rojo a Berlín. La bandera roja con la hoz y el martillo ondeando en el Reichstag es la mejor prueba de lo que decimos.
Hoy se emplea habitualmente el término estalinista como un insulto, pero conviene no olvidar que esos estalinistas hoy tan denostados se enfrentaron al fascismo en los años treinta, defendieron Madrid ante las tropas de Franco, lucharon en la resistencia contra la ocupación nazi, vencieron en Stalingrado y llegaron a Berlín en 1945. Lo que la burguesía no perdona a Stalin es haber elevado a la URSS al rango de potencia mundial y haber demostrado que el socialismo no es una utopía. Los comunistas nos sentimos orgullosos de esos hechos. No entendemos a aquellos que se pretenden comunistas y repudian a Stalin. El antiestalinismo es sencillamente una forma de anticomunismo, por más que se disfrace con ropajes “progres” y pretenda distinguir entre comunistas puros, pero ingenuamente idealistas, y el malvado Stalin. No es una casualidad que los abanderados del antiestalinismo hayan terminado en su inmensa mayoría en las filas de la derecha más rancia y reaccionaria. En el septuagésimo aniversario de su muerte, nosotros asumimos la obra de Stalin y su legado como parte fundamental de la historia del comunismo y del movimiento obrero mundial, y defendemos públicamente su inmensa talla de estadista y revolucionario.