Alfonso Torrecilla
Cuando se cumplen seis décadas desde que los marxistas-leninistas diéramos el paso de desenmascarar y combatir el revisionismo moderno que parasitaba las siglas del histórico Partido Comunista de España, nuestra lucha es más necesaria que nunca en estos tiempos de confusión, desorganización y falsificación de la lucha de clases en los que solo se beneficia la explotación y la dictadura del capital, personificada en sus esclavistas burgueses.
Desde el mismo momento en que Marx y Engels abordaron la tarea de deslindar los campos del comunismo para cimentar la ciencia de la revolución proletaria, los enemigos de nuestra clase redoblaron sus esfuerzos por impedirlo. Muchos de ellos actuaron abierta y ferozmente; gobiernos reaccionarios, sectas religiosas, mafias capitalistas, etc., pero otros muchos —quizás los más peligrosos de todos— actuaron siempre bajo el disfraz de amigos, aliados e incluso camaradas que prometen atajos y caminos directos hacia la victoria, aunque en realidad siempre se terminaron retratando como aliados de la burguesía en su afán por apartar a la clase trabajadora del escarpado y fatigoso camino de la Revolución.
Nuestros inolvidables camaradas Raúl Marco y Elena Ódena encabezaron, hace ahora sesenta años, la rebelión de cientos de honestos comunistas españoles contra quienes entonces comenzaban la sucia tarea de secuestrar y pervertir el nombre del Partido Comunista de España, precisamente bajo la promesa de mejorar su potencial revolucionario pero con la verdadera pretensión de convertirlo en la herramienta al servicio de la burguesía que tristemente conocemos hoy como P«C»E. Aquella rebelión demostró que el marxismo-leninismo era un movimiento vivo, capaz de levantar la bandera roja de la revolución contra viento y marea incluso en las circunstancias más adversas.
Muchas han sido las vicisitudes que desde aquel lejano 1964 hemos afrontado los marxistas-leninistas de España. En los primeros años de su actividad, nuestros camaradas afrontaron la tarea de reconstruir una organización verdaderamente comunista partiendo de una militancia dispersa por varios países, soportando el acoso y los crímenes franquistas contra la clase trabajadora en nuestro país, combatiendo la manipulación del revisionismo nacional e internacional y, además, desarrollando una teoría y una práctica consecuentes para el momento que vivía nuestra clase a finales del siglo XX. Y todo ello se logró, contra todo pronóstico, gracias al esfuerzo, el sacrificio y la más férrea de las voluntades por parte de nuestros camaradas, armados con la potencia de la teoría revolucionaria y la fuerza de una práctica consecuente y abnegada sobre el terreno.
Sin embargo, aunque el PCE (marxista-leninista) logró ganarse el merecido respeto entre la clase trabajadora desde sus inicios siendo coherente en sus actos y sus palabras con su ideología, el poder e influencia que Carrillo, sus cómplices y sus seguidores acumularon durante décadas gracias al apoyo del socialimperialismo soviético y la oligarquía postfranquista, también dio sus frutos, y su corrompida ideología revisionista fue ganando terreno en la lucha de clases, desactivándola y sustituyéndola por el actual modelo oportunista, populista y clientelar que exhibe sin vergüenza alguna la mayoría de la llamada izquierda —tanto la «institucional» como la «alternativa»— y que ha conducido al proletariado a sus horas más bajas en organización, consciencia y capacidad de respuesta propia.
Nuestro partido también ha sufrido y sufre aún los efectos de esta infección contagiosa. No somos una organización al margen del clima político de nuestra clase; al contrario, nuestra estrecha vinculación con la clase obrera nos hace vulnerables a sus enfermedades y debilidades, que pueden llegar a afectarnos en el momento en que se relaja la vigilancia revolucionaria, como nos demuestra la experiencia histórica. Así, en 1991 tuvimos el mayor revés de nuestra historia, cuando los cobardes liquidacionistas, escondidos incluso en los órganos de dirección del Partido, lograron su traición aprovechando los confusos momentos que acompañaron el derrumbe del bloque socialimperialista en Europa, aprobando la disolución del partido, y demostrando cuál era realmente su objetivo político.
Pero ya se ha dicho que la voluntad de los marxistas-leninistas no es algo fácil de doblegar, y la alegría de los revisionistas y liquidadores duró poco. Desde el primer momento, tras la vergonzosa traición, los comunistas, marxistas-leninistas, encabezados una vez más por nuestro incansable camarada Raúl, comenzaron a tejer los contactos necesarios para reconstruir lo que solo había desaparecido aparentemente, trabajando sin prisa pero sin pausa hasta proclamar de nuevo las siglas del Partido Comunista de España (marxista-leninista) en el año 2006.
Desde entonces hasta hoy el camino no ha sido más fácil que lo fue antes, pues nuestra batalla es compleja en toda circunstancia y, además, los puestos de combate en la primera línea de la lucha de clases no están al alcance de cualquiera en estos días. El ejército del proletariado está diezmado, desordenado y desorientado mientras la burguesía lanza ataques continuos contra nuestra clase, unas veces abiertamente y otras muchas de forma traicionera, a través de sus servidores disfrazados de amigos y salvadores del pueblo trabajador, pero siempre con un objetivo claro: reforzar sus posiciones y debilitar las nuestras.
Aun así, aquí seguimos los marxistas-leninistas de España, rodeados de enemigos y aliados inestables, pero todavía bajo nuestra bandera roja, armados con nuestra teoría y nuestra práctica; honestas, firmes y contundentes armas de la revolución proletaria, que nos siguen haciendo temibles a ojos de la burguesía y sus marionetas, viejas o nuevas. Seguimos tejiendo alianzas con nuestra clase, creando lazos para resistir primero, y avanzar después en la defensa de los derechos y libertades del proletariado, incompatibles con cualquier conciliación o convivencia «transversal» entre clases enemigas, pese a las provocaciones y los desprecios de quienes nos dan por muertos y enterrados.
En estas dramáticas pero inspiradoras circunstancias, nuestro partido ha tomado en sus manos la tarea de afrontar el desconcierto de esta época de dominio absoluto del revisionismo en el campo popular, y atajar de raíz los intentos cada vez más feroces y desesperados del revisionismo por infiltrarse tras nuestras líneas para fraccionar nuestras fuerzas. Pues de todas estas luchas, los comunistas, marxistas-leninistas, salimos cada vez más reforzados, experimentados y mejor armados para continuar resistiendo y avanzando en el arduo y sinuoso camino de la Revolución, sin bajar nunca la bandera roja de nuestros maestros, que mantenemos en alto, 60 años después, contra viento y marea.
¡Viva la lucha del proletariado!
¡Por la Revolución, el socialismo y el comunismo!
¡Por otros 60 años más de marxismo-leninismo!