C, Hermida
Se cumplen cuarenta y nueve años de los últimos fusilamientos del franquismo. Cinco jóvenes antifascistas –tres miembros del FRAP y del PCE (m-l) y dos militantes de ETA–fueron fusilados el 27 de septiembre de 1975 tras haber sido detenidos, brutalmente torturados y juzgados en un consejo de guerra en el que carecieron de la más mínima garantía judicial. Rendimos homenaje un año más a nuestros camaradas y lo hacemos también con todas las víctimas de la dictadura fascista de Franco, un régimen genocida que nació asesinando y terminó de la misma forma.
Estos fusilamientos se inscriben en un contexto histórico caracterizado por una creciente movilización popular contra el franquismo. Trabajadores, estudiantes, intelectuales, asociaciones vecinales y sectores de las llamadas clases medias se manifestaban e la calle exigiendo mejoras salariales, amnistía para los presos políticos, así como el reconocimiento de derechos y libertades civiles. Amplios sectores sociales iban perdiendo el miedo y desafiaban abiertamente a la dictadura. En esas circunstancias, el régimen franquista respondió con el terror, en un intento de atemorizar a las masas populares y encerrarlas en sus casas.
Vano intento. Ni los fusilamientos, ni las torturas, ni las detenciones masivas ni los asesinatos cometidos pon bandas fascistas eran capaces de frenar la indignación popular. A la altura de 1975 se estaba abriendo un proceso de agitación prerrevolucionaria que fue cortado por la traición de las direcciones del PCE y del PSOE, entre otros.
¿Qué nos queda de aquella fecha triste e infame tantos años después? Nos queda el dolor por nuestros camaradas que sacrificaron su vida por los ideales de la República y el socialismo. Nos queda su ejemplo, que debemos mantener siempre vivo, reivindicando su memoria, su honesta trayectoria de militantes comunistas, frente a las monstruosas tergiversaciones históricas que difunden los profesionales de la mentira, acusándoles de terroristas. Esa difamación es preciso combatirla sin descanso. No nos cansaremos de repetir que la lucha armada contra el fascismo era legítima, necesaria, para combatir una dictadura que ejercía una represión atroz contra el pueblo español.
Y nos queda la rabia porque el crimen que se cometió hace cuarenta años sigue impune, porque la memoria de Humberto Baena Alonso, Ramón García Sanz y José Luis Sánchez Bravo no se ha reivindicado públicamente por las instituciones políticas, como tampoco se ha hecho con las decenas de miles de víctimas de la represión franquista.
La impunidad sigue presente en nuestro país porque no se ha producido una ruptura con el franquismo. La Transición levantó un muro tras el que se cobijaron los torturadores de la Brigada Político-Social, los jueces del Tribunal de Orden Público y los militares que condenaron a muerte a miles de antifascistas en Consejos de Guerra que eran una farsa, una parodia de la verdadera justicia. No es posible acabar con esa impunidad dentro de este régimen; no hay posibilidad dentro de la monarquía de que haya justicia y reparación para las víctimas del franquismo. Porque esta monarquía es heredera de la dictadura, fue designada por Franco, lleva en su seno el ADN del fascismo, y el ascenso al trono de Felipe VI no cambió nada. Fue simplemente una operación de maquillaje para lavar la cara de una monarquía corrupta y desprestigiada.
Corren tiempos de confusionismo ideológico, de avance del fascismo y de retroceso de las libertades y derechos democráticos, pero nosotros, comunistas, no nos resignamos ni nos rendimos ante las dificultades. Por el contrario, afirmamos que existe un futuro de prosperidad para nuestro país, existe un futuro para las jóvenes generaciones, pero no es posible en el actual marco político. La Constitución y la monarquía son el elemento central de un sistema al servicio de la oligarquía. En este régimen corrupto no existe margen para acometer cambios económicos estructurales, ni para solucionar la cuestión de las nacionalidades. La solución a los múltiples y graves problemas que padecemos no va a venir de la mano de movimientos sociales espontáneos ni de fuerzas políticas caracterizadas por su indefinición ideológica. El verdadero cambio, la implantación de otro modelo político y económico, solo será posible con la ruptura política. Esa es la clave de la situación política actual: o ruptura con la monarquía o un maquillaje reformista para que todo siga igual. No hay otro camino: o República Popular y Federativa o continuismo monárquico.
El mejor homenaje que podemos rendir a nuestros camaradas fusilados el 27 de septiembre de 1975 es continuar su lucha y seguir su ejemplo. Ellos enarbolaron la bandera de la República y nosotros debemos mantenerla bien alta. Para que la República Popular sea una realidad en España, nuestro partido debe fortalecerse organizativamente y permanecer firme en los principios del marxismo leninismo, manteniendo una línea táctica de unidad popular. La sangre derramada de nuestros camaradas no fue en vano. Vamos a seguir combatiendo hasta proclamar III República en España.
Humberto Baena Alonso, Ramón García Sanz y José Luis Sánchez Bravo permanecerán siempre en la memoria del pueblo, su lucha y su ejemplo son imborrables.