Comunicado del PCE(m-l)
El Primero de Mayo nació como una jornada de lucha para expresar la solidaridad y unidad entre todos los trabajadores del mundo, por encima de las fronteras que interesan al capital.
Hoy, el orden establecido tras la II Guerra Mundial, está roto; EEUU, intenta mantener su hegemonía imponiendo aranceles a sus competidores y el resto de potencias imperialistas mantienen el pulso y negocian acuerdos para salvaguardar el interés de sus empresarios, cierran sus fronteras a los bienes producidos en los países rivales, pero las abren al capital financiero. Nada sustancial va a cambiar la tregua temporal establecida por Trump, sobre una parte de los aranceles que impuso.
Todos sabemos quiénes estamos pagando este juego: los trabajadores y los pueblos del mundo. No solo con pérdida de empleo, inflación, recortes de los derechos sociales y degradación general de las condiciones de vida y trabajo; también en términos políticos, con una sistemática negación de los derechos democráticos y la militarización de la economía y de la vida social y política.
En nuestro país, las clases populares hacen frente a problemas colosales: el empeoramiento de las condiciones laborales, la insuficiencia del salario y la facilidad del despido, que hacen que cada día haya más trabajadores en activo, pobres; la degradación y la privatización de los servicios públicos. Y la falta de vivienda, que condiciona el futuro de los jóvenes, condenados a no poder desarrollar una vida plena e independiente. Y todo indica que no hemos hecho más que empezar, pues, desde la UE, ya se avanzan planes de incremento del gasto militar hasta el 5% del PIB y de “relajación de las normas fiscales” para que los estados puedan derivar partidas sociales para engordar las cuentas de las compañías de armamento y preparar a la UE para la guerra interimperialista.
Todo esto pasa, además, mientras los grandes bancos españoles hacen su agosto, especulando con los depósitos de los ciudadanos, obteniendo un beneficio conjunto superior a los 32.000 millones de euros en 2.024, del que se jactan, al mismo tiempo que exigen más ayudas, más apoyo y más impunidad de los poderes públicos para sus negocios especulativos; y mientras los fondos buitre (en esto, el estado no distingue la procedencia nacional de los especuladores), se van haciendo paso a paso con nuestras pensiones, nuestros sistema de salud y enseñanza, y con las viviendas que se niegan a nuestros jóvenes, ante la inacción o con el apoyo del Gobierno (no debemos olvidar, por ejemplo, que en 2022, el Gobierno de coalición cedió la gestión de los pisos de la Sareb a dos de los más agresivos fondos buitre yanquis: Blackstone y KKR).
Como respuesta a los gravísimos problemas que se acumulan y las amenazas arancelarias de EEUU, los dirigentes de los dos grandes sindicatos de clase, CCOO y UGT, se limitan a compartir escenario con los de la patronal, el gobierno y el PP para ofrecer y pedir paz y diálogo social. De esa forma apuestan, como los grandes capitalistas europeos y sus representantes, desde Von Der Leyen a Guindos, por unir esfuerzos por encima de las clases sociales, repitiendo con otras palabras el slogan del reaccionario presidente yanqui: “Hagamos Europa grande de nuevo”.
Pero, ¿de qué Europa hablan? ¿La de Orban, el Presidente del Consejo Europeo durante el segundo semestre del año pasado, amigo del sátrapa Putin y del nuevo Napoleón Trump, que se reunió recientemente con el asesino Netanyahu para escupir sobre las normas del Derecho Internacional y jalear el genocidio en Gaza? ¿La de Meloni, aliada de Trump a cuyos aquelarres reaccionarios asiste, que traslada trabajadores inmigrantes a cárceles albanesas y amenaza con echar a los que huyen del hambre y de la guerra, al mar? ¿La de Macrón que impuso su recorte de las pensiones a pesar de las enormes movilizaciones del proletariado francés? ¿La del rearme por valor de 800.000 millones de euros? ¿La del kit de supervivencia en caso de guerra?
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El gran capital no puede dar salida a sus productos porque su avaricia ha restringido la demanda, al reducir los salarios y empeorar las condiciones de vida de los trabajadores, apropiándose de los servicios públicos y de los bienes que, como la vivienda, garantizan a las familias trabajadoras una vida soportable. Intenta ahora, aunque no lo puede conseguir por la competencia internacional entre ellos, acaparar dentro de las fronteras que controla, las fuerzas de producción, incluido el trabajo, estableciendo para ello barreras arancelarias frente a sus rivales. Pero, al mismo tiempo, garantiza la libertad de acción, sin trabas, del capital financiero internacional. El propio Trump, después de iniciar su guerra comercial, añadía en sus redes: “Para los muchos inversores que vienen a EEUU e invierten cantidades masivas de dinero, mis políticas nunca cambiarán. ¡Es un gran momento para hacerse rico, más rico que nunca!”. En estas condiciones, no va a haber a medio y largo plazo ninguna solución a la crisis del capital, por más que a corto plazo sea posible un acuerdo temporal y limitado entre las grandes potencias.
¿Se necesita proteger a los trabajadores y sus familias de las consecuencias inmediatas de la guerra comercial entre imperialistas?: Sí, por supuesto. Pero, ¿por qué buscarlos apoyando los intereses del gran capital en la pelea internacional por los mercados? ¿Por qué tomar parte en la guerra de aranceles junto a la burguesía nacional y europea, y no combatir el libre movimiento del capital especulativo que controla cada vez más nuestra economía, a través de fondos de inversión internacionales, muchos de ellos yanquis, que cuentan con aportaciones de capital de todo el mundo, incluidos los principales rivales geoestratégicos de EEUU, como China, India, o la UE? ¿Por qué permitir e incluso facilitar, como se está haciendo, que su capital financiero se apropie de nuestro mercado inmobiliario y nuestra producción agropecuaria; o controle nuestra sanidad, nuestras pensiones a través de los fondos de pensiones de empleo, o la formación de los jóvenes trabajadores, en la FP y las universidades? No, necesitamos nuestras propias respuestas a los problemas que causa la lucha entablada entre los imperialistas; necesitamos recuperar la consigna: ¡Proletarios der todos los países, uníos!.
En todo el mundo, crece la movilización popular, por los derechos laborales y sociales, contra el fascismo, la militarización y la guerra. Incluso en la corte reaccionaria del histriónico Trump, cientos de miles de manifestantes se han echado a las calles, ocupan universidades, realizan boicots a empresas de los políticos fascistas, etc, arrostrando el peligro de la brutal represión puesta en marcha por el Estado yanqui. Se trata precisamente de eso: oponer a la guerra entre las empresas y los estados controlados por el capital financiero, la guerra de clases.
Este Primero de mayo, los comunistas llamamos a los trabajadores a unir esfuerzos en el combate común contra el capital nacional y extranjero, a superar la dispersión y confusión actuales para disputar a la burguesía la dirección política; y a recuperar para nuestra clase la dirección de las organizaciones sindicales.
¡¡FRENTE A LA DISPERSIÓN, UNIDAD CONTRA EL CAPITAL Y SUS GUERRAS!!
¡¡NI GUERRA ENTRE PUEBLOS NI PAZ ENTRE CLASES!!
1º de mayo de 2025
